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Cambiar una huelga por lecitina puede parecer extraño, pero es lógico. O al menos, razonado. Y ya va bien a estas alturas utilizar de tanto en tanto el cerebro. Ir en contra de la corriente también es extraño, máxime cuando la mayoría suele subirse al carro del vencedor. O de la mayoría... que no tiene por qué ser lo mismo.

Y alguien se preguntará ¿cómo puede un trabajador ir en contra de una huelga? Y la respuesta es sencilla, lógica, razonada. No es que uno vaya en contra de una huelga, sino que no cree en medias tintas. Una huelga se debe plantear para conseguirse unos objetivos. Una huelga no debe ser un hecho testimonial. Ni un episodio manipulador ni reparador de conciencias. ¿Qué garantías hay de que tras la pertinente guerra de cifras sobre la participación, que si servicios mínimos, que si liberados sindicales, que si ausencias médicas, etc, el Gobierno socialista de marcha atrás en el recorte de los derechos adquiridos por el proletariado durante decenas y decenas de años? Pues ninguna posibilidad. O lo que es lo mismo, cero zapatero.

Y es lógico que sea así. De lo contrario, el Gobierno socialista certificaría que mintió. La excusa del abaratamiento del despido y de la condena a dos años más de trabajos forzados que se nos impuso a los trabajadores, fue que en caso de no hacerlo, la sociedad española entraba en quiebra. ¿Acaso ahora, por un simple paro de un día, esta quiebra no sería tal?

Y el Gobierno no tiene la culpa de tanto desaguisado, o al menos no toda. Responsabilidad sí, y toda. Ellos al menos cobran para gestionar. Y para gestionar bien. En cambio la culpabilidad es compartida. Compartida con los otros grupos políticos quienes con su aprobación o incluso abstención, favorecieron que a las viudas, a los pensionistas y a los trabajadores, se les privara del estado de bienestar tan cacareado y orquestado por estos mismos partidos.

Y la huelga, de hacerse tiene que ganarse. Ganarse como lo hicieron los trabajadores del Metro de Madrid. Una huelga que paralizó Madrid durante días. Una huelga que todos llamaban ilegal, pero que al final logró parte de sus objetivos. Y es que muchas veces la letra ni es pequeña ni es grande, simplemente no existe. Cuando se lanzó el globo sonda de que a los funcionarios se les sustraía el cinco por ciento de sus haberes, todas las instituciones, fueran del color político que fuera, aceptaron como suyas tales propuestas. Y las aceptaron mediante plenos y asambleas. No por imperativo legal porque la legalidad excluía –no incluía, mejor dicho– a las administraciones locales y autonómicas. Pero nadie abrió boca. Ni los sindicatos dijeron la suya. El chivo expiatorio estaba servido.

Pero los del Metro consiguieron volver la cordura a tal despropósito. ¿Creen ustedes que de ser de obligado cumplimiento hubieran acordado tal negociación?

Y las manipulaciones están al orden del día. Regalamos prebendas a los bancos, a los empresarios, a todos quienes rebosan de capital, mientras que a la masa obrera se le recortan prestaciones, poder adquisitivo, perspectivas de futuro. Y ningún sindicato es capaz de movilizar a las masas antes del acuerdo del parlamento. Tienen que pasar meses, todo un verano, para poner la maquinaria en marcha. ¿Tenían miedo tal vez de causar perjuicios al negocio turístico? ¿Por qué no programar una huelga general a partir del último día de julio y primeros de agosto? ¿Se imaginan los hoteles sin servicio, los aviones en tierra, los autobuses en dique seco? ¿Se imaginan la presión que haría el sector turístico para que el Gobierno cambiara de criterio? Pero no.

A los sindicatos no se les encendió la bombilla de hacerlo ni en julio ni en agosto. Los sindicatos prefirieron escoger el momento mismo que cierra la temporada turística para que así sólo los españolitos sufriéramos los problemas de no poder coger el metro para ir al trabajo, con los niños sin poder ir al colegio, a los padres con la disyuntiva, y por si las moscas, animar a los abuelos a sumarse a los que no trabajan por un día.

Y uno, incrédulo ya, se pregunta ¿contra quien va dirigida esta huelga? ¿A quién se pretende perjudicar? ¿Al Gobierno o a los trabajadores que no podrán coger el metro? ¿ A los partidos que aprobaron tal recorte o a quien tenga que tomar un avión para una visita médica? ¿ A los empresarios o a quien tuviera que ser operado de un tumor en tal fecha?
Y una huelga debe hacerse para ganarla. Y las huelgas se ganan por número y por tiempo. No basta sólo la totalidad de los trabajadores. Faltará días y días de continuar con el empeño de forzar aquel cambio que prometieron los mismos que ahora nos cambian a peor. Nos prometieron un cambio, sí. Pero todos, incrédulos, creíamos en un cambio positivo. Un cambio que nos igualara. Un cambio que nos hiciera más libres. Un cambio que nos hiciera más humanos.

Ni libres, ni iguales, ni humanos. Nos esclavizan con guerras y batallas estériles, nos desigualan al meternos a todos en el mismo saco, y nos deshumanizan al fomentar el individualismo colectivo. Y lo consiguen. Consiguen dividirnos, despistarnos y distraernos. Y por eso mismo digo no a la manipulación de Gobierno-Partidos y Sindicatos. El GPS no ha hecho más que cambiarnos de rumbo, desorientarnos y sobre todo, mandarnos a la deriva.

Y por eso mismo digo no. ¿Por qué los sindicatos no invierten sus subvenciones en bonificar a los trabajadores las retenciones que se les efectúen en nómina por secundar la huelga? ¿Por qué a los liberados sindicales no se les retendrá cantidad alguna por hacer huelga mientras a los demás empleados sí?

Y por eso mismo digo no. Prefiero gastarme la posible retención en nómina que se me aplicaría por secundar la huelga, en comprarme lecitina de soja. Dicen que además de controlar el colesterol, ayuda a la memoria. Así, tal vez, dentro de un par de años, al ser llamado de nuevo a las urnas, me acordaré de quienes quitaron parte de la viudedad de mi madre, y quienes me condenaron a dos años más de trabajos forzados y, por qué no, quienes decidieron que cuando me jubile, tal vez tenga que ir mendigando por la calle.
Y un voto no es nada. Pero millones de votos, cambian el futuro de un país. Cambian el futuro de usted y de mí. Y del vecino. Y del vecino del vecino. Un día de huelga, poco o nada cambiará. Y si lo cambia… es que mintieron.

P.D. Ah! Y la lecitina es natural, ecológica, sin añadidos. Y puede incluso que sea buena para el colesterol, la memoria, para adelgazar, y un largo etcétera. Lo que vendría a decirse una sustancia sostenible.

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