Menuda jornada de emociones se prepara en Catalunya el 28 de noviembre. Montilla anunció ayer que ese día se celebrarán las elecciones autonómicas, coincidiendo con el partido entre el Barça y el Madrid. El resultado futbolístico no incidirá en el electoral, por cuestión de divergencia horaria. Si jugaran por la mañana, con la gente paseando hasta el colegio electoral y después hacia el estadio, sería distinto.
El presidente catalán ha propiciado que se mezclen ingredientes que deberían utilizarse para recetas distintas. Sin embargo en Catalunya los ánimos están tan tensos, por tantas polémicas, que se baten en el campo de los intereses políticos particulares y que después se internan por los extremos hasta poner en peligro ambas porterías, la propia y la de los otros. Para complicar esa dependencia sentimental, un ex presidente del Barça se vestirá de candidato independentista. Dispuestos a mezclar, a "remenar" las cosas, sería divertido que los candidatos políticos se disputaran el resultado jugando a fútbol, con 'fairplay' por supuesto, y que la gente votara para decidir si gana el Barça o el Madrid. El problema es que al final la victoria podría ser para el árbitro. Alguien podría pensar también que la política es un juego y que el fútbol es un negocio. ¿O era a la inversa? Pues, venga, a votar y a jugar.
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