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Sabes, Rock, el día 19 cumplirás dos añitos. Todavía recuerdo las dos fiestas que celebramos en tu primer aniversario, una en Dominicus y la otra, multitudinaria en el hotel de Iberostar y parece que fue ayer…

Pero, querido nieto, ya habrás empezado la escuelita y me alegro de que sea así porque no te imagino limpiando zapatos por las calles de tu país como tantos otros paisanos tuyos que desde los seis o siete pululan buscando clientes... Es una de las cosas que me deprimen de esta isla del Caribe.

Ya sabes, Rock, que estoy inmerso escribiendo mis memorias, que se me antoja una labor apasionante, aunque dudo de que sea del interés general. Pero la escribo por ti, tus padres y tíos, como legado antes de partir a mi último viaje.

Esas memorias arrancan en un pueblo granadino, Agrón, donde nací y volví al cabo de sesenta años con mi hermana Marita y mi tía Marina. Qué decepción de pueblo.
Siempre he pensado, Rock, que yo fui una mentira, que no nací en la fecha que figura en mi DNI ni en el lugar que se indica en la cédula. Llegué al mundo en una fecha entre Navidades y Nochevieja y, además, sietemesino.

Un año antes de mi nacimiento mi madre dio a luz a una niña, también sietemesina, que duró escasamente 28 días y una madrugada se fue irremisiblemente. Allí, en ese pueblo, quedo enterrada para siempre.

Imagínate, Rock, que a los doce meses se repite la historia y aparezco yo, con algo más de kilo y medio y con unas manitas que parecían más de muñeco que de niño normal.
La preocupación inundó de nuevo la casa. Mi madre, mi hermana mayor, mi padre recordaron la historia acaecida meses atrás y esperaban lo peor. Menos mal que mi madre y mi hermana Carmen me vigilaban constantemente y colocaban, en mi diminuta cunita, botellas de agua caliente, y yo tan feliz dentro de esa incubadora casera.

Parece ser que en ese tiempo y en ese pueblo debido a las condiciones climatológicas, a la falta de alimentos y de atención sanitaria era frecuente que muchos recién nacidos fallecieran a los pocos meses. Al menos eso decían de mí, el hijo del maestro se va a morir. Pero no fue así. Con cuatro meses, ya vestido de corto me paseaban por el pueblo y, lógico, era el más bonito…

Espero que cuando puedas leerlas conozcas mejor a este abuelo tuyo que envejece al sol del Caribe.

Te contaré una historia que ni los cuentos de Calleja.

Ya me gustaría, Rock, que estuvieras en Punta Prima para disfrutar de sus fiestas, del torneo del ex fútbol polvo, se retira Tito Estaló, abrumado por el poco trabajo y por la cantera sportinguista. No creo que a esas fiestas asista Antonio P. Velasco, el hombre que más trabaja de Menorca y que solito va a levantar el país, pero sí estará Carlos Olives, Cristina Llabrés y hasta es posible que ese restaurador de primera línea que se queja de la limpieza de la playa done algún donativo para las fiestas, aunque ignoro quién será el pregonero.

Así que buenas fiestas colegas de Punta Prima. Y un saludo especial para la saga Seguí, Capó, Memo y compañía y demás puntaprimeros.