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Alfonso Rotger Vinent es un 'crak'. Es la típica persona a la que erróneamente le dedicas menos tiempo en tu vida de la que deberías. Es alguien con quien sentarte, cerveza en mano, y charlar largo y tendido mientras salvas el mundo, las ballenas y reorientas el conflicto de oriente medio. Merece la pena charlar y escuchar, y brindar, porque la vida siempre nos regala motivos para alzar la copa y gritar '¡Salud!', aunque a veces cueste.

¿A qué viene esto? Fonso lleva meses organizando una cena de la quinta de alaiorencs nacidos en el 1985. Compartimos privilegio con otros cincuenta y tantos personajes que seguramente esta tarde andarán haciendo estragos por Alaior al ritmo del 'papapapa' o 'un senyor damunt un ruc'. El pasado viernes ("Sorprende y no sorprende", página 2) nos reunimos entre nervios y sonrisas tontas. A mí me tocó emigrar de Ruiz y Pablo, 31 a los 12 años por lo que a muchos de los asistentes ni los recordaba.

En mitad del cotarro, viajé por un momento a 1995 cuando corríamos libres y despreocupados por el patio de La Salle. Viajé a lomos de los recuerdos que me despertaba cada uno de los que me acompañaba. Me trasladé en el tiempo sin moverme de donde estaba. Vi a Iván, Frans, Jandro, Isma, Salva, Bià, Fel, Yoseff, Joan, que con esto del fútbol ahora lo llaman Villa, a Loren, que me inició en el furtivo arte de morderme las uñas y del que a día de hoy me estoy rehabilitando. También estaba José Miguel, Maikel, que no pasa por sus mejores momentos sentimentales, pero al que le dije y le digo que esté tranquilo, que todo se arregla. Para bien o para mal, pero todo se arregla. Y eché en falta a Marc, que recordando cómo es, seguro que no se enteró de que había la cena y al que me hubiera gustado preguntarle qué tal.

Ellas seguían igual de monas. Quizás un poco más simpáticas que 12 años atrás, porque a los 12 las niñas y los niños no nos llevamos bien. A los 13 quizás nos empezamos a enamorar, somos idiotas, qué le vamos a hacer. Alba, Cristi, Corin, Janet, Deborah y Jeni, con la que sigo manteniendo una rivalidad por ver quién es más alto. Todos hemos enderezado una vida que, en las aulas de La Salle, nos planteábamos menos seria de lo que ha resultado. Me alegro por todas y por todos, porque los vi alegres y felices, igual que a los del Colegio Doctor Comas. Como espero que estén hoy. Y a Fonso le dedico mi columna y un sincero abrazo de amigo.
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dgelabertpetrus@gmail.com