TW
0

Semanas pasadas, escribí de mi querido amigo Vicente Ferrá, al cel sia, y su meritorio paso por el Consistorio mahonés. En esta ocasión, intentaré hacer lo propio en su apartado como visualizador a la vez que promotor turístico y lo mucho que tuvo que ver con S'Algar, datos obtenidos gracias a su viuda Marianeta Rotger Mora, poseedora de una memoria prodigiosa, a la cual quiero agradecer desde este mi rincón des Talaiot de Trepucó.

A finales de los años 50, principios de los 60, Menorca despertaba en cuanto se podría llamar a promociones turísticas. No todos pensaban de igual manera. El turismo todavía estaba insuficientemente valorado. Lamentablemente los hombres de más valía para ponerse al frente, lo miraban com si fos una cosa rara. Careciendo de poca o ninguna imaginación y a la vez, añadiría, que no deseaban esforzarse para un mejor aprovechamiento turístico. Cadascú anava a la seva.

Playas y calas podían ser visitadas una vez al año, gracias a los fondos organizados por lo que hoy se llamaría sociedad de vecinos. Se contrataba un autobús y el servicio del chófer. Si se deseaba pernoctar en algún rincón de la costa, se feia al ample. Aquí tan sólo contábamos con el Xoroi, en Alcaufar rincón idílico que los escasos turistas que nos visitaban quedaban boca badada al contemplar un rincón tan idílico con su hotel en plan familiar que con tanta mano izquierda había ido montando el señor Parpal.

Hubo otros que creyeron conveniente revalorizar la costa. Quién no recuerda la casa de pescadores, convertida en los Bucaneros, de otro gran amigo de esta servidora, Juan Moysi Crespí. Y así, poco a poco se empezó hablar de Binibeca, gracias al aparejador con sabiduría de arquitecto, Antonio Sintes, cargado de un precioso bagaje de armonía y buen gusto ofrecía a sus paisanos un nuevo concepto de casitas blancas con sus estrechas callejuelas, una singular iglesia, todo ello junto al mar. La preciosa cala y playa de Binibeca, que gracias a su fama dio pie a que Menorca saliera en las revistas más acreditadas de países europeos.

Aquel gran hombre, llamado Antonio Sintes del cual muy pronto he de escribir, estaba casado con María Luisa Ferrá Comellas, hermana de Vicente. La cercanía o parentesco junto a la gran amistad que les unía hicieron que aquel solicitara apoyo económico para una nueva urbanización. Según Sintes, todos hablarían a boca plena, a lo que Vicente le ofreció su colaboración económica. Se trataba de urbanizar un pedregal, uno más de los muchos que se encontraban en la costa. Esta vez se trataba de S'Algar, situado en la costa sur de la isla, muy cercano a la cala de Alcaufar y de uno de los barrancos más bucólicos, Rafalet.

Los padres de aquel proyecto fueron: el propietario de los terrenos señor Vidal, Gabino Sintes y Vicente Ferrá, junto a Antonio Sintes y un gran amigo suyo, el arquitecto Barba Corsini. Muy pronto, éstos abandonaron el proyecto tras muchas reuniones de los promotores, que demostraban o, mejor dicho, se decantaban por algo de mayor envergadura. El señor Vidal delegó en su hijo Juan Vidal Bendito. Entrando a formar parte del grupo, nuestro paisano Pedro Luis Mercadal, preciado arquitecto, y Enrique Herrero, en calidad de aparejador.

Recuerda Marianeta, la primera vez que acudieron al lugar, el matrimonio regresó a su hogar con las ropas destrozadas, tot era marina baixa, moltes roques i argelagues.
No obstante, los ánimos no decayeron, debían afrontar lo que había y mirar hacia un futuro esperanzador. Todas las semanas los socios se iban reuniendo, aportando cada uno de ellos sus ideas en miras de cómo embellecer aquell rocarall. Pocos, muy pocos eran los que lo conocían. Entre ellos buscadores de espárragos, pescadores i poca cosa més.

Siempre, Vicente se encontró muy a gusto junto a sus socios de manera especial con Gabino Sintes, persona muy formal, intachable industrial molt recte i li agradaven ses coses molt ben fetes, además, su palabra jamás volvía atrás.

Así empezaron, respetando las escasas casitas de pescador que allí se encontraban, construyendo cuatro apartamentos. También se construyó el primer hotel muy cerca de la orilla, por aquellas fechas Vicente se retiró de la sociedad, pero quedó en el lugar, disponía de un apartamento, una barca y unas enormes ansias de dedicarse al mar; al decir al mar, me refiero a la pesca, algo que siempre desde sus primeros recuerdos infantiles, son pare i sa mare, l'havien decantat.

Pero mucho antes de retirarse y construir el hotel, el señor Sintes invitó a Vicente a que se desplazara a Mallorca para adquirir un grapat de palmeras para empezar a embellecer lo que a través del tiempo se convertiría en el envidiado S'Algar. Gracias a su primo Santi Llabrés Mora, visitaron infinidad de viveros, sin lograr su cometido. Palmeras, había muchas, pero todas muy pequeñas. Ellos iban en busca de árboles, llamémosles, hechos, de considerable altura, que una vez sembrados se vieran desde lejos, llamando la atención, por ello, a la semana siguiente, se desplazó a Barcelona. No fue fácil lograr su propósito, pero al fin compró 30 de fetes a cinco duros cada una, embalaje y transporte a parte, encontrándose con el problema, de embarcarlas con destino a Mahón. En van passar un fum.

Frente el hotel, se construyó un restaurante con una novedad que impactó a los jóvenes y no tan jóvenes de aquellos días, una piscina de amplias proporciones. Dos eran los reclamos fundamentales que invitaban a pasar el domingo en aquel lugar. Nadar en un lugar privilegiado, con vestuarios y duchas, con espacio para tomar el sol con toda comodidad y el poder quedarte a comer. Una esmerada cocina y un servicio esplèndid, invitaba a ello. Fue uno de los primeros pasos hacia el adelanto y la comodidad de no tener que preparar sa senalla.

Paree ser que aquella preciosa piscina fue la primera que se construyó a la vez que funcionó con agua salada. Como dice Marianeta, cuando se iniciaron las excavaciones per fer es clot, se encontraron con una enorme cueva, lo que les cuestionó convertirla en piscina. Duró muy poco, tal vez dos años, el salitre inducía a multitud de averías, dando lugar a que las máquinas se oxidaran..

Fueron parcelando y Vicente quedó como capataz. Recuerda que el primer chalet que se levantó perteneció a una señora francesa, madame Peaut. Y los primeros mahoneses, Francisco Nadal, Paco Nuevo y el de Vicente y Marianeta.

Aquel precioso chalet, en el cual el matrimonio depositó tantas ilusiones, donde vieron como su único hijo se feia un homo, se encuentra en la primera avenida. La casa, de unos noventa metros cuadrados, costó cuatrocientas mil pesetas. El maestro fue Miguel Perelló, constructor modélico que trabajaba a la antigua, con un grupo de hombres, que feien sa feina molt ben feta.

S'Algar iba prosperando; el lugar pasó a ser una urbanización privilegiada gracias al buen gusto de los hombres que componían la sociedad. Se inauguró un club marítimo, del cual Vicente fue socio, se compró una barquichuela, pero de ello hablaré la próxima semana.

Gracias Marianeta, gracias Santi, por vuestra charla, por vuestros datos, sin ellos, jamás hubiera podido hablar de lo que en su día fue proyecto y hoy es conocido como una de las urbanizaciones de la cual tomar buena nota. S'Algar.