Las personas mayores son otras víctimas de la crisis económica actual cuando sus hijos desaprensivos quieren aprovecharse de ellos.
Por suerte, cada vez existen entre nosotros menos menores maltratados merced al celo de las leyes y a la vigilancia de los poderes públicos. La otra violencia familiar, la ejercida sobre las mujeres, también va ensanchando su rechazo, a Dios gracias, en una opinión pública cada vez más sensibilizada con ese drama. Pero, ¿y nuestros mayores?, ¿quién defiende a nuestros mayores?
El maltrato a los ancianos se trata de una "violencia invisible", ya que ni ellos mismos se atreven o pueden protestar la mayoría de las veces.
Los expertos calculan que en España el 5 por ciento de los ancianos, o sea, unas 300.000 personas, son maltratados por su entorno familiar. Una barbaridad. Hace unos años, los periódicos dieron cuenta de la pelea de los miembros de una familia que se fueron pasando unos a otros la abuela en plena calle hasta dejarla abandonada en medio del tráfico. Aquel incidente se saldó con una minúscula multa de 240 euros. Semanas antes, como lamentable contraste, el abandono de un animal doméstico había sido multado con 20.000 euros.
Ya ven lo poco que nos importan nuestros mayores.
Ahora, por culpa de la dichosa crisis, los hijos más desalmados aumentan la explotación física, emocional y económica de sus padres hasta conseguir dejarlos exangües, incluso, de forma literal, es decir, matándolos. Tal como suena.
El maltrato hacia los ancianos es producto de una deformación en nuestra cultura, que siente que lo viejo es inservible e inútil. De una u otra manera los viejos son sentidos como estorbos, y como una carga que se debe llevar a cuestas, además de la familia que hay que sostener.
Por ello son generalmente abandonados, segregados y enviados a otros lugares: casa de reposo, si hay presupuesto, a la casa de otros parientes o simplemente se los abandona y deja solos, en un momento en que requieren de apoyo y asistencia por parte de los más jóvenes. Por eso no es de extrañar que el tipo más frecuente de maltrato sea el abandono y la falta de cuidados.
Otro de los abusos frecuentes es el abuso financiero que consiste en adueñarse de los dineros de los adultos mayores y de sus bienes, sin su autorización o aprovechándose de la falta de capacidad de ellos para hacerse cargo de estos bienes. Muchos adultos mayores están tan deteriorados en su inteligencia y memoria que aceptan que sus parientes o hijos manejen sus cosas, y generalmente éstos tienden a sacar provecho para sí mismos sin considerar a los ancianos en estos planes.
La agresión psicológica y física se da fundamentalmente en personas que estando a cargo del cuidado de los ancianos, se ven recargadas de trabajo con ellos por que día a día pierden la capacidad de valerse por sí mismos, y a la vez son difíciles y "mañosos" con las personas que deben cuidarlos. Estas agresiones son similares a las de los padres hacia los niños, siendo sólo una forma de descarga de la rabia. La mayor parte de los abuelos, no entienden por qué se les agrede, o ni siquiera lo recuerdan después, por ello no pueden ser consideradas una forma de "hacerlos entender".
Frecuentemente los agresores tienden a estar muy sobrecargados con las otras tareas (ser madre, dueña de casa, buen proveedor económico o buen esposo(a)) y el tener que hacerse cargo además de un viejo que se pone difícil o ni es capaz de comunicarse o escucharlos, es la gota que rebasa el vaso y los hace explotar.
Aunque muchos de los ancianos que viven maltrato están tan deteriorados por la edad, que a veces ni recuerdan haber sido maltratados, los que están en mejore condiciones terminan por deprimirse y deteriorase en los aspectos en los que antes estaban bien.
El efecto más frecuente del maltrato de los ancianos es la depresión y la baja de las defensas, trayendo con ello más enfermedades, envejecimiento más rápido y el deseo de morir. Un anciano deprimido tiende a morirse más rápido. Al dolor de sentirse día a día más viejo e inútil en muchos aspectos físicos, los ancianos maltratados deben agregar la pena de sentirse un estorbo al cual a nadie le importa o más bien desearían borrar. Esto es motivo de gran pena que no pueden sacar ni expresarla por que serían más rechazados aún. Así se van deprimiendo y enfermando paulatinamente, perdiendo el interés por vivir.
La violencia hacia los ancianos es casi un fenómeno invisible ya que los adultos mayores son incapaces de denunciar los abusos, porque al miedo y la depresión se le suma la incapacidad de moverse por sí mismo y pedir ayuda a otras personas que pudieran creerles y hacerles de apoyo para una denuncia.
A nivel de la ley no existe una ley especial para el tema y se usa la ley de violencia intrafamiliar y sus mecanismos de protección una vez que alguien haya hecho la denuncia de violencia hacia un anciano. En este aspecto es necesario que la comunidad despierte y se sensibilice frente a la necesidad de los abuelos, de recibir apoyo y de orientar a las familias de éstos a no abusar de ellos. Cambios profundos no son posibles de la noche a la mañana, pero el brindar una mano amiga y escuchar a los ancianos que están abandonados o son maltratados por sus familiares, es un apoyo real que todos podríamos dar. Tal vez podríamos ayudar a que un abuelo viva un tiempo más en mejores condiciones psicológicas y por ello con una mejor salud física y mental.
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