Dicen que todo vuelve, que la vida es cíclica y que nada es nuevo. Ya se hablaba del cambio climático hace medio siglo y los pantalones con pata de elefante que tan 'in' han estado estos últimos años cuelgan con alguna que otra reliquia que aún conserva mi madre de su época juvenil.
Con todo ello, en una tarde de cotilleos, comentarios, recuerdos y experiencias vividas por una generación anterior a la mía, surgió inesperadamente una figura un tanto curiosa, un vendedor que hacía uso de una especie de trueque en plena calle.
Le llamaban 'es pedacer', vaya, el trapero. Se colocaba en la calle Socors o Baixamar, de Alaior, (aunque supongo que también lucía su viveza en otros pueblos) para cambiar por algún plato, taza o jarrón, la cantidad de trapos cuyo peso ascendiera al precio de la especie. Curioso, pensé mientras me lo explicaban.
Un personaje que podríamos llegar a tachar de anacrónico, impensable, indeseable, precario e incluso ruin si volviera e hiciera uso de su ingenio. Sin duda los ciclos retornan pero es que la crisis no se va. ¿Y si la figura del 'pedacer' fuera la solución a la que acudir si después de tantas medidas anticrisis, después de tantos debates y reuniones infumables, nadie encuentra el lugar de esta pieza extraviada del rompecabezas?
Así que, señores, antes de lanzar al contenedor un trapo viejo, piense si luego le hará falta como moneda de cambio.
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