¿Qué objetivos se marca para este mandato que lidera?
-Queremos dar continuidad al trabajo que se ha realizado hasta el momento. Somos el interlocutor con las administraciones. Participamos en la Junta Insular de Agua y seguiremos organizando cursos, jornadas y conferencias relacionadas con el mundo del agua, tanto para formar a los empleados de las empresas asociadas como para ser un altavoz para la población en general.
¿Cuáles son los principales problemas con los que deben lidiar las empresas suministradoras de agua de la Isla?
-El gran problema es la actualización de tarifas. Hay comunidades autónomas que las actualizan mediante un IPC ponderado, sin necesidad de estudios económicos ni aprobaciones por parte de los ayuntamientos. Aquí, hay empresas que llevan más de 15 años sin poderlas renovar. El Ayuntamiento tiene que aceptar esta actualización. Hay que presentar un completo estudio económico, aprobarse por pleno y luego va al Govern. No actualizarlas es como si tuvieras congelado el sueldo desde hace muchos años. Suben los costes del personal, de los materiales y no actualizar tarifas acaba repercutiendo en el servicio, porque no se realizan las inversiones que deberían. La factura del agua es la más barata que pagamos si lo comparamos con luz, telefonía. No se le da el valor que realmente tiene este recurso y los esfuerzos que se precisan para que el agua llegue al hogar. A ello, añadiría las trabas y las dificultades que nos pone Recursos Hídricos para solicitar una nueva perforación o cualquier otro trámite.
Perdemos calidad y cantidad. ¿Cuál es la situación actual?
-En calidad, la contaminación es por nitratos y cloruros, principalmente. Los nitratos proceden de un exceso de fertilizantes tanto en la agricultura profesional como de ocio y, en menor medida, de viviendas aisladas sin red de alcantarillado. Es por lo tanto, en su mayor medida, de origen inorgánico. La contaminación por cloruros procede de la sobreexplotación en zonas costeras. Pese a esta realidad, se sigue gestionando mal. Tenemos una desaladora en Ciutadella que funciona por debajo de lo que debería.
¿Cómo afrontan la sequía?
-Con el cambio climático, parece que las lluvias irán a menos. El tipo de precipitaciones influye en la recarga del acuífero. Si son muy intensas el agua no se infiltra. Además, se nota muchísimo cuando una primavera es seca o húmeda, porque la falta de lluvia lleva a incrementar el riego en el campo y en zonas ajardinadas. Y cuando llueve tierra es otro momento en el que se disparan los consumos.
¿La situación actual de los acuíferos es preocupante?
-Sí que lo es. El miedo que tenemos es encadenar varios años de sequía, con pocas lluvias. Porque si los niveles del acuífero bajan, entra agua del mar. Tener los acuíferos con un buen nivel, significa que en años de sequía dispondrás de un cojín, pero si llegas a años de sequía con unos acuíferos bajos, vas a tener consecuencias. El acuífero que más lo está padeciendo es el de Subaida. Migjorn parece que se mantiene constante. Ya hay municipios que en verano han tenido que echar mano de cubas. Hay que tener en cuenta que hay zonas turísticas donde los consumos se multiplican por diez en temporada alta.
¿Qué soluciones serían efectivas para dar un respiro a los acuíferos?
-Hay tres aspectos que deberían complementarse para mejorar el estado de los acuíferos. Por un lado, aumentar la reutilización del agua depurada y sustituir el riego que se realiza con agua de pozo por este agua depurada. Se reutiliza un porcentaje mínimo. Además, hay que hacer una gestión de la demanda, concienciar a la gente o, incluso, aplicar normativa. Hay que lograr reducir los litros que consumimos por habitante y día, sobre todo en los grandes consumidores. Y por último, será necesaria una segunda desaladora, en esta ocasión en Llevant.
]]>Por la constitución geológica de la Isla, gran parte de la zona norte es impermeable y no llega a almacenar agua. Los principales acuíferos se hallan en la parte sur y oeste (Migjorn) y una porción en el norte (Subaida). Casi toda el agua potable de la Isla procede del de Migjorn. Pero, ¿cuál es su estado de salud?
Su calidad se mide por la mayor o menor presencia de cloruros y nitratos. Por un lado, la contaminación por cloruros se debe a los fenómenos de intrusión marina en las zonas costeras de donde se extraen cantidades elevadas de agua en pozos muy próximos a la costa. Según las cifras facilitadas por el Observatori Mediambiental de Menorca (Obsam), con base en los datos de la Dirección General de Recursos Hídricos del Govern, el valor medio de cloruros registrado en 2023 fue de 309,4 mg/l.
El umbral de contaminación por cloruros considerado admisible para aguas de uso agrícola que marca el Plan Hidrológico de Balears es de 200 mg/l. Pero el máximo que fija la legislación actual en materia de aguas de abastecimiento, por la que se establecen los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano, es menos restrictivo: 250 mg/l.
Así las cosas, de los 18 pozos analizados, seis están contaminados, tomando como referencia el umbral máximo de 250 mg/l. Uno de ellos, ubicado en la zona de Ciutadella, cuenta con niveles de cloruros seis veces superiores al máximo permitido. Todos los acuíferos, excepto el de Migjorn Centro, han empeorado sus registros con una clara tendencia al alza de la contaminación por cloruros.
A esta realidad se suma la presencia de nitratos. Esta contaminación del agua se da por el excesivo uso de abonos en la agricultura, la mala gestión de los residuos de algunas fincas ganaderas y la presencia de núcleos de hortals no conectados a la red de alcantarillado. De los 18 pozos analizados, ocho están contaminados por nitratos. Y la media se sitúa justo en el límite permitido, con 49,1 mg/l. Subaida sigue siendo el acuífero que mejor comportamiento demuestra en cuanto a esta contaminación con 7,1 mg/l, mientras que el de Binimel·là roza los 90 mg/l. Es cierto, sin embargo, que a excepción del de Binimel·là, el resto de acuíferos ha mejorado levemente sus índices.
En lo que respecta a la profundidad a la que se encuentra el agua en el subsuelo (denominado nivel piezométrico), su variación permite conocer cómo se encuentran las reservas de agua tras las mayores o menos extracciones. No hay duda de que la sequía y la falta de precipitaciones están reduciendo estas reservas.
Según los últimos datos del Obsam, el acuífero de Migjorn se halla en los 18,6 metros sobre el nivel del mar. En 1984 se encontraba en los 25,2 metros, lo que supone que este acuífero ha perdido 6,6 metros en los últimos 40 años. En el caso de Subaida, los últimos registros disponibles informan de un nivel de 33,6 metros. Si retrocedemos una década, la bajada ha sido de 7,4 metros.
Todo ello lleva a reflexionar que la mejora tanto cuantitativa como cualitativa del agua disponible para el consumo es una tarea de todos.
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