Yo es que me hago cruces al ver lo lista que es la gente. Los mismos tertulianos son capaces de pontificar un día sí y otro también de cualquier tema. Que hoy toca economía, pues marchando una o dos horas de euribor, bolsa, endeudamiento hipotecario, liquidez empresarial o fluctuación por timidez en un repunte de los crudos, les da igual. Ellos y ellas se explican como economistas versados en la materia. Que de lo que toca hablar es sobre la conveniencia de endurecer las leyes para los menores, pues les da lo mismo. Sí, porque con tanto aprendiz de malhechor, dicen que demasiadas fechorías se nos cuelan por la gatera del vacío legal, y ellos, como juristas por encima del bien y del mal, le enmiendan la plana a nuestro ordenamiento jurídico en un Mutatis Mutandi (cambiando lo que sea menester y se quedan tan anchos). Ahora toca hablar de volcanes, ¡y hala!, como papagayos, en un no parar cada uno suelta lo suya porque este personal cobra por hablar, "y lo mismo les da planchar un huevo que freír una corbata".
Hablan de un volcán como si fueran renombrados científicos en la industria vulcanóloga. Un volcán que, por cierto, está bajo un glacial de Islandia, de la que gran parte del personal, ni sabe dónde. Un volcán del que no saben ni pronunciar correctamente su nombre (Eyjafjalla) y que ciertamente sí que ha servido para aclararnos lo indefensos que podemos llegar a estar cuando nos sucede "algo" para lo que no estamos preparados.
Dicen los tertulianos que, como en la gripe A, se ha dramatizado. Dicen que como a un país se le ocurrió cerrar sus aeropuertos creyendo la información científica que les llegaba, el resto de países, al "rebufo" de los acontecimientos (no vayamos a tener una desgracia), han hecho exactamente lo mismo, pero sin otra razón ni fundamento propio que les avale en la decisión de cerrar sus aeropuertos y dejar a miles de personas compuestas y sin vuelo ni para ir ni para venir a sus destinos.
Dicen quienes los saben que pasados 40 días, Noé soltó un cuervo y luego una paloma. Nosotros a los cinco días de la "nube rara", hemos "soltado" aviones sin pasajeros, que no como el cuervo, sino afortunadamente como la zurita, han vuelto al palomar de su aeropuerto.
De todo este "pifostrio" que se ha montado a cuenta del Eyjafjalla, uno, aun sin querer, saca por lo menos alguna conclusión: la primera es que tenemos miedo al miedo y nada da más miedo que aquello de lo que se ignora casi todo.
En mi opinión digo que las autoridades, cuando informan al personal, deben ser lo más exactas y rápidas posible en sus informaciones, pues no es bueno mentir para no alarmar ni es bueno alarmar para curarse en salud.
"Vayamos a inflar el perro", no vaya a ser que tengamos luego una gorda y nos pille la situación con calzones por poner, que eso y no otra cosa parece que fue lo que pasó con la gripe A. Luego, como el asunto no acabó, a Dios sean dadas gracias, con una mortandad de tragedia como aquellas que en el Medievo asolaban Europa, han surgido las voces de los oráculos de todo a 100 de los tertulianos, señalando incluso algunas voces que todo podía haber sido una hábil componenda urdida por los laboratorios que se han forrado a cuenta de una vacuna que luego no ha sido tan necesaria.
Ahora, ante los millones de euros perdidos de las compañías aéreas (que no se me alcanza el porqué tenemos que sufragar del heraldo público esas pérdidas, es decir, entre todos), dicen que han exagerado, que se han pasado 20 pueblos.
Me pregunto qué habría pasado si no se llegan a tomar precauciones con lo de la gripe y se nos presenta, no digo ya una mortandad, digo sólo una docena de casos de fallecidos en cada población. Si el gobierno no hubiera hecho acopio de vacuna, ¿qué habríamos dicho? Incluso me pregunto qué habríamos hecho. Eso me sirve para lo del caso de cerrar los aeropuertos por el miedo a la nube del volcán. Imaginemos que no se hubiera hecho caso a la opinión científica y que hubiéramos seguido llenando el cielo de aviones hasta que en mala hora la "nube rara" se hubiera cargado el Efecto Venturi de tres o cuatro aviones en el mismo día, dejándonos un doloroso rédito de medio millar de fallecidos que lamentar. Con razón habríamos mandado a todo el gobierno que le hubiera tocado uno de esos dramas a tomar por retanbufa.
En la industria de tomar precauciones, qué quieren que les diga, prefiero pasarme que no llegar. Pasarse de prudente tiene pocas o por lo menos manejables consecuencias. Ahora bien, si te pilla el toro por imprudente, el asunto puede tener consecuencias irreparables.
Lo que ya no admite dudas es ver como nos zarandea la naturaleza de tarde en vez. Quizá a costa de lo mucho que nosotros la zarandeamos a ella cada día.
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