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La Fira del Camp exhibe este fin de semana el pulso del sector agrario insular, que mantiene sus constantes vitales estables en un estado general de preocupación. El panorama apenas ha cambiado respecto a la edición anterior, hace años que lo único nuevo radica en refriegas con la Administración por cuestión de programas de ayudas y la cifra de fincas con explotación en activo. Sin embargo, en medio de un contexto de crecientes dificultades, la cita ferial representa en sí misma un mensaje de optimismo, una reafirmación de su capacidad y recursos y un acercamiento al resto de la sociedad y a los consumidores.

El campo no sólo no se resigna sino que ofrece muestras de innovación en algunos productos, moderniza sus procesos y amplía el mercado del queso con denominación de origen. Y puede presumir, y debe hacerlo, de la mejora genética lograda en los últimos años en el vacuno de leche, la raza frisona, que sigue siendo el núcleo de este certamen a través del concurso morfológico. La cabaña menorquina se ha situado a la vanguardia de la producción láctea merced al esfuerzo profesional del propio sector y ha logrado una personalidad indiscutible. Vale la pena recordarlo.