Un año lleva la policía y la justicia con el asesinato de Marta del Castillo sin que ésta sea por fin la hora en que la policía haya conseguido desenredar la madeja de embustes de los culpables para saber dónde está el cuerpo de la infortunada joven sevillana, siendo evidente que alguno, o todos los que intervinieron en aquella barbaridad, sabe o saben dónde la llevaron. Pero hete aquí que unos niñatos, verdadera escoria emergente de una sociedad confusa y confundida, se permite el macabro juego de contar a jueces y a policías lo que les da la gana. Hoy busquen aquí y mañana en otro lado. Y así llevamos un año gastando millones del heraldo público, asistiendo perplejos a unos resultados que propician unas leyes tan garantistas que permiten que un delito de esta naturaleza sea manejado sin pudor y sin dolor por una pandilla de presuntos (no saben lo que me fastidia llamar presuntos a semejante escoria) delincuentes.
Lo malo, lo grave del caso Marta del Castillo, es el ejemplo para otros delincuentes que ahora se miran en el espejo de esta patulea del caso Marta. ¡Hombre!, ¿si estos zoquetes de medio pelo, sin desasnar, pueden hacer de su capa un sayo, por qué no yo? Imagínense el trabajo de policías y jueces si el ejemplo de lo de Sevilla se extiende entre la sociedad delictiva que tan abundantemente pululan por nuestras cárceles y juzgados, cosa más que probable, entre otras razones porque quien ha cometido un asesinato, por mentir poco o nada tiene que perder. Y si acaso, mucho que ganar llegado el momento de ser juzgado sin que haya aparecido el cuerpo de su víctima. Entiendo que, en puridad, la carga culpativa necesita el cuerpo de la víctima, porque si no, ¿cómo demostrar que está muerta? Salvadas sean todas las distancias, recuerden el llamado crimen de Cuenca. Allí sucedió una vez que se juzgó y condenó a unas personas por la muerte de un pastor, que un buen día apareció el hombre vivito y coleando.
¿Podemos al día de hoy afirmar con absoluta seguridad que Marta del Castillo está muerta? Lo más seguro, desgraciadamente, es que sí, pero un servidor no pasa de ahí. Lo más seguro no es lo mismo que asegurar que sí.
Mientras tanto, para añadir más presión a tan lamentable asunto, va ahora y aparece uno que ha depositado en manos de un abogado un millón de euros para quien dé una pista que conduzca a encontrar el cuerpo de Marta del Castillo. No sé hasta qué punto en o no es legal semejante ofrecimiento, pero una cosa sí que sé y es en qué lugar queda la policía, que al no ser ellos eficaces en esta ocasión, ya tenemos una oferta extrapolicial para resolver, sin su concurso, el enigma de encontrar el cuerpo de un terrible delito.
Mal ejemplo el que se está dando con el caso Marta del Castillo si sucede que a otros correligionarios de idénticas fechorías les da por imitar a Carcaño y al resto de su tropa. Y tampoco es alentador que teniendo, como tenemos, entre rejas a quien ha confesado un asesinato, tenga un año después que aparecer el mecenazgo de un multimillonario anónimo ofreciendo un millón de euros para encontrar el cadáver, que ni la policía ni la justicia, de momento, han sido capaces de encontrar. Asumir esta impotencia nos deja muy desamparados porque se hace evidente que unos meros niñatos sin escrúpulos están vapuleando, y de qué manera, los cimientos de lo más fundamental en un estado de derecho, cual es la fe en la policía y en la justicia.
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