Es uno de los retratos españoles más conocidos en el mundo. Un caballero con la mano en el pecho mira al espectador como si hiciese un pacto con él...". Leía Luis en la web de la Wikipedia sobre el cuadro que había visto en el Museo del Padro, hacía tan sólo unas horas… Se lo estuvo mirando durante mucho tiempo, parecía que sus ojos le querían comunicar alguna cosa, algún mensaje y como le pasaba a menudo con el mundo de los oyentes, no llegaba a captarlo del todo, siempre se quedaba un poco con la sensación que no llegaba a entender todo lo que comunicaban, le parecía que siempre se perdía cosa. Y suerte que desde hace unos años, con la asociación para personas sordas, había encontrado servicios, compañeros, amigos y sobretodo, personas que se identificaban con su sordera. Pero, en el fondo, seguía Luis perdido en sus pensamientos, esto no le impedía sentirse como cerrado y aislado en una sociedad oyente, perdido a menudo, con miedo, a veces con mucho miedo y muy solo.
Volvió a hacérsele presente la imagen del cuadro. Impactante, un hombre solo, perdido, dentro del marco impenetrable de su cuadro, como él a veces se sentía encerrado en un marco impenetrable de incomunicación. Mirándoselo directamente a los ojos, intentando hablarle…. ¿De qué? Igual como él, parecía perdido dentro de sí y no podía comunicar con los numerosos espectadores que se lo miraban con curiosidad.
¿Qué pacto quería hacer el caballero del cuadro con él? O mejor, ¿qué pacto quería hacer él con el caballero? ¿Y esa mano, qué le decía? En lengua de signos catalana, le hablaba de poder. Pero ¿poder qué? Luis siempre había querido hacer cosas, muchas cosas, pero pocas veces se sentía con suficiente capacidad para poderlas hacer… poder comunicarse, poder pedir ayuda, poder decidir por sí mismo, poder equivocarse sin que nadie lo proteja, poder encontrar compañía, poder conseguir todos sus sueños, poder sentirse amo de su presente, poder trabajar, poder conocer gente nueva, poder en definitiva hacer y plantearse los objetivos como veía que hacían los oyentes.
Estaba concentrado en sus pensamientos delante de la imagen del cuadro del Greco sentado en el cibercafé donde habían ido a tomar alguna cosa a la salida del museo, cuando sintió una mano sobre sus hombros. Se sobresaltó de tan pensativo como estaba. Y al girarse, vio delante de él el rostro de un buen amigo que los había acompañado en ese viaje, José con su interprete-guía. ¿Cómo podía tener tanta vitalidad en su situación? Sordo de nacimiento, fue perdiendo la vista progresivamente hasta quedar casi ciego.
A Luis el Síndrome de Usher le parecía un gigante monstruoso, poderoso, oscuro, negro, cruel que siempre le perseguía. Le daba tanto miedo que nunca había querido ni pensarlo. Hasta que apareció José y le rompió todas las corazas, las defensas y todas las negaciones con las que se había protegido de sus miedos.
Pero la realidad es muy estricta, dura, despiadada y no le dejó escapatoria. Era consciente de que la oscuridad cada vez le envolvía más, juntándose con el silencio casi absoluto con el que había vivido desde su nacimiento. Y lo vivía en total soledad, no se atrevía a hablar ni consigo mismo, ni con las personas más próximas, esperando un milagro, que un día se despertara y sus ojos volvieran a ser claros y limpios como habían sido hasta que, meses atrás, empezaron a oscurecerse.
José le cogió la mano y comenzó a signar, a comunicar-se, a hablar… y sin saber cómo, adivinó sus pensamientos, sus miedos… "Sabes, Luis, a mí también me asustaba ese dragón que ahora te asusta a ti, y realmente es un malnacido. Ahora, no es invencible aunque a mí me llenó de dolor y desesperación. Mira, sólo te quiero dar un consejo, busca a tu alrededor, la vida, al mismo tiempo que te lleva al límite, te ofrece una mano amiga".
José marchó sin esperar contestación, ya estaban saliendo los compañeros de la asociación, a seguir la ruta marcada por la capital.
Luis vio pasar por su cabeza, en el breve espacio de tiempo hasta que lo vinieron a buscar, la vida de José. Como él, tenía el Síndrome de Usher, y como él, nació sordo. En la adolescencia, se le empezó a desarrollar la ceguera que finalmente lo dejó con poca visión útil. Y después del proceso de adaptación y aprendizaje, fue capaz de encontrar un nuevo sentido a su vida y de poder disfrutar de muchas cosas que a Luis le parecían imposibles. ¡Desde tener una hija a saltar en paracaídas! Cuando lo conoció hace ya unos meses, el impacto fue brutal, era la primera persona en la que podía ver reflejado su futuro, en la que sus miedos más profundos podían verse hechos realidad, y a pesar de eso, parecía mucho más feliz y positivo que muchos de los oyentes compañeros de trabajo.
Luis estaba en un momento importante de su vida, había conseguido un trabajo reconocido, tenía una pareja estable, tenía grupos de amigos con los que se encontraba muy a gusto, la gente de la asociación confiaba en él... Y la mirada del "Caballero con la mano en el pecho" se le reapareció con mucha intensidad, y súbitamente, entendió lo que le quería comunicar
"Siempre podemos, sólo hace falta quererlo intensamente y aceptar la ayuda que nos ofrecen".
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