Los "calçots" son deliciosos. La ancestral técnica que se utiliza en Cataluña para cocinar estos derivados de la cebolla los expone a un fuego muy vivo que los abrasa en su parte exterior mientras los mantiene tiernos, blandos y jugosos en su interior. Estos parientes delgados de la humilde cebolla se presentan en gruesos grupos envueltos en papel de periódico descansando sobre una teja de cerámica para mantener su calor. Se comen de uno en uno extrayendo sus tallos internos que deben de ser debidamente untados con salsa romesco. Ésta es precisamente la época del año adecuada para tomar este exquisito manjar que convierte las "calçotades" en actos sociales como cualquiera otra fiesta gastronómica.
Compartir amistad con quien, como buen catalán, es un experto en estas experiencias culinarias, convierte las visitas a su casa en las tierras de Igualada en un lujo gastronómico. Si ese amigo, a pesar de disimular eternamente su condición de miembro de la nobleza catalana con título, agasaja a sus amigos en su propio castillo medieval, consigue convertir esos ágapes en comidas sublimes dentro de un entorno histórico maravilloso.
Crítica es libertad
Comparaciones, cabras y viñedos
12/02/10 0:00
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