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Ángeles M. Obispo
País de chapuzas. Con esta lapidaria frase se refirió a España el médico, escritor y humanista Pedro Laín Entralgo poco antes de fallecer en el año 2001 y no le faltaba razón. El edificio nacional se desmorona con personas en el interior y los pseudo constructores y albañiles se enzarzan en una penosa y vergonzante discusión sobre las comisiones que unos y otros se han metido antes en el bolsillo, mientras al juez del caso, que sospecha de un tema de corrupción, le da un ataque de ansiedad. Y es que con la que está cayendo encima a las familias españolas ahogadas por las deudas y con sus puestos de trabajo pendientes de un hilo -cuando no traumáticamente perdidos- los políticos dale que te dale a sus rencillas de siempre. De acuerdo que hay que depurar responsabilidades si algunos aforados han cometido delitos en Madrid y Valencia, de acuerdo que hay elecciones en dos comunidades y arrojar trapos sucios a la cara del adversario parece salir rentable, pero como los políticos continúen en sus mundos de Yupi, los parados, desahuciados, y los declarados en bancarrota no tardarán en explotar.