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José L. Terrón Ponce
A pesar de mi reiterada profesión de fe apolítica ¿quién puede resistirse estos días y no hablar de Obama? Con todo y una vez más, rehuyo comentar la política de patio de porteras vigente y enjuicio desde principios para acabar implacablemente.

Pero antes de entrar al trapo, no quería dejar pasar y por tanto de aludir, a la opinión de un señor de Punta Prima que hace unos días publicaba en este diario una carta en la que, no conformándose con el seny de Tirant lo Blanc, aseguraba que Cervantes (don Miguel) también era catalán; que el Alcalaíno, auto reprimiéndose por presiones de la época, escribió en castellano y que por tanto el Quijote hay que leerlo en clave. Hasta aquí la afirmación de este señor.
Vamos, algo así como que donde dice "yelmo de Mambrino", debería decir en realidad "barretina".

Respeto lo que este señor afirma (allá él), pero como historiador educado en el método científico hipotético-deductivo pienso que las cosas hay que demostrarlas para que, como decían los griegos, la Doxa se convierta en Aletheia ; la opinión en Verdad.

De todas maneras a mi no me quita nadie de la cabeza que el yelmo de Mambrino era en realidad una bacinilla de barbero y los gigantes molinos.

Bueno, después de este excursus vayamos al tajo.

La verdad es que me impresionó la toma de posesión de Obama. Salvo la horterada de las trompetas, casi me emociono con el "ladies and gentlemen: the national anthem" (con lo que soy yo). Aunque lo que más me conmovió fueron las lágrimas de los negros. Me imagino lo que debían sentir, habría que meterse en su piel de ébano para vivirlo con toda su intensidad.

Allí estaba también la Hillary poniendo ojitos y abriendo mucho la boca (aunque en eso le ganó la Mónica). ¿Y la Condoleezza? No vi a la negra blanca.
Obama, tiene sangre africana. África? la magia de África (¡el horror, el horror! que decía Joseph Conrad en el Corazón de las Tinieblas). A mi realmente me impresiona el Obama personal, el elegante del abrigo de corte impecable (Bush parecía haberse comprado el suyo en los saldos de Zara Outlets), el de la voz convincente, grave, segura, llamando al pan, bread y al queso cheese.

Pero, aún sin dudar que seguramente Obama debe tener mucha mano izquierda (es zurdo), pienso que salvo algunas medidas coyunturales de uso interno que no dudo tienen su importancia (Guantánamo, Seguridad Social) poco va a poder intervenir el Obama oficial sobre una estructura, la capitalista, que no está en manos de los políticos (meros gestores) sino en la de otros que todos sabemos. Aquellos que cuando nos presentamos en sus despachos a pedir un crédito nos dicen: "sabía que vendrías".

La gran ilusión y esperanza que ha provocado en todo el mundo la elección de Obama se parece mucho a la que suscitó Kennedy en su día y ya saben: Cuba, Viet-Nam, Marilyn etc. También es similar a la que sentimos los españoles el 15-J y ya ven como nos luce el pelo. Aquel mes de junio de 1977 vivimos todos un sueño. Recuerdo la atmósfera de la calle en Madrid. La gente pasaba con viveza en la mirada y colores en la cara y en los cines se aplaudía (aplaudíamos) al final de "Asignatura Pendiente" de el Garci más oportunista. Cuando dentro de 100 años alguien se plantee otra vez lo de la Memoria Histórica dichosa, por más que se lo proponga, será incapaz de reproducir la intensidad de aquellos momentos de ilusión colectiva. Esas cosas, como la grande peur que provocó la revuelta de los campesinos de la Vendée en Francia durante la Revolución, son irreproducibles a posteriori por medio del razonamiento discursivo. Salvo aproximación, los sentimientos son intransferibles por vía de la razón.

De todas maneras la cosa está muy clara desde la estructura. El capitalismo y su hermana mayor la globalización (capitalista) se basan en la explotación del hombre por el hombre. Desde hace dos siglos vivimos en las contradicciones de una sociedad burgueso-hipócrito-egoista, la de las crisis cíclicas, que ha sido capaz de inculcar (a lo mejor habría que decir inocular) su Discurso de Valores Dominantes a todas las clases en todos los países, induciéndolas al consumismo más enervante y enervador.

¿Dónde queda el antiguo vigor? Como decía Tácito.
Pero no nos engañemos: el establishment no va a escarmentar ni cambiar. Están demasiado inmersos en sus mentiras, se las creen a pies juntillas. Todo lo más que harán es adoptar el lampedusiano "cambiarlo todo para que nada cambie" y seguir con más de lo mismo.

Por tanto, la única forma de "reinventar la fiesta" como dice Salvador Paniker, es que al menos escarmiente el ciudadano común, el consumista compulsivo de clase media y baja. Que nos demos cuenta que por ahí no se va a ninguna parte. La revolución desde abajo en suma, desoyendo cantos de sirena y adoptando una actitud de resistencia pasiva; de no colaborar con un sistema que es de ellos y para ellos, no nuestro. Se trata en definitiva de recuperar la conciencia de clase.
Lo de "la empresa somos todos" es mentira. En la empresa hay dos entidades diferentes y antagonistas, rentistas y asalariados, condenadas -eso sí- a entenderse mediante pacto.

¿O es que no está claro ya, que por donde vamos no vamos bien?
¡Ah! Y el comunismo fracasó, así que estamos arreglados.

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