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J. Carlos Ortego
No son meses sino años de convulsión los que llevamos en torno a la promoción turística. Es superfluo recordar la historia que da origen a dos fundaciones en vez de una como se había previsto y se conoce también el desaguisado que se ha montado recientemente con una muerte anunciada que se ha quedado en cuerpo en estado vegetativo. Simplificando, antes había dos fundaciones, Turismo y Destí, y ahora sigue habiendo dos, la Destí y la Turisme sin destino posible. La capacidad para enredar las cosas no conoce límites. Para más inri, los campeones del enredo apelan siempre al papel capital del turismo en la economía menorquina y acostumbran a redondear el discurso reclamando unidad política y empresarial.

De eso, nada de nada, la Fundació Destí todavía no ha regulado la participación de las asociaciones, prometida con titulares de prensa hace un año, y el gerente acaba de largarse posiblemente por ser demasiado profesional en un órgano tan político. No sólo no hay colaboración entre Administración y patronales sino que los papeles aparecen cambiados con demasiada frecuencia. De hecho, hay quien sospecha que es un ejecutivo bien pagado el que más política hace, incólume mientras ruedan cabezas a su alrededor, y quien desde que Joana Barceló también se ha fugado a Palma no sabe bien a qué dios servir.