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La reunión en Madrid entre los directivos de Kraft y los representantes sindicales del grupo en España ha servido para trasladar y ratificar en otro foro la decisión anunciada hace un mes en Maó. La empresa alega motivos de rentabilidad productiva y los trabajadores, sobre los mismos números, contraponen razones de viabilidad mientras en el subconsciente de todos flota el peso económico y las repercusiones sociales que trascienden del cierre de la planta.

Por encima de otras valoraciones y de las tensiones que genera la decisión del cierre, cualquier posibilidad de continuidad de la planta menorquina pasa por la marca y eso es precisamente lo que queda al margen de negociación. La multinacional ha reiterado el valor estratégico y comercial de El Caserío en el mercado del queso fundido y su decisión de no desprenderse de una firma tan internacional y, a su vez, tan menorquina. Tales circunstancias, el empeoramiento de los números que presenta la empresa y las expectativas de un marco económico general de crisis no dejan lugar al optimismo, aunque la capacidad e infraestructura de la fábrica y los argumentos sociopolíticos constituyen todavía sendos avales a tener en cuenta.