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J. Carlos Ortego
En la larga relación de proyectos que Maó ha presentado al fondo de inversión local prometido por Zapatero figuraba uno relacionado con el arreglo de la plaza Colón. No aparece entre los que ya han obtenido el beneplácito de Madrid, pero no hay que perder la esperanza, la necesidad apremia en la misma proporción que ha discurrido el abandono.

El enclave de marras es una auténtica plaza del esguince, no hay más de diez centímetros cuadrados de suelo regular, es impropia de un centro urbano, aunque ese centro sea el de Maó, que no es precisamente modelo. Buena parte de la rehabilitación del Teatre Principal pasó por su firme, el acopio de material, camiones de tonelaje diverso desfiguraron el adoquinado. Se prometió el arreglo en justa compensación cuando las obras del teatro hubieran finalizado, pero desde entonces han pasado siete años y medio y la placita Colón sigue pareciendo el sumidero del centro, invadida por los camiones de reparto, intransitable para el peatón.

Algunos negocios han intentado florecer en su entorno y han corrido suerte diversa, allí no se tiene de pie más que Pilar Alonso en su pedestal de cupletista. Ahora, paradoja del tiempo, la placita del esguince encontrará su oportunidad en la crisis, gracias a ella vendrá dinero fresco de Madrid y con estos recursos se saldará la deuda ubanística pendiente.