No todas las melodías suenan igual. Estos días nuestros medios de comunicación se han hecho eco de dos tipos de "baladas", la protagonizada por el fallecido millonario Balada y otra menos melódica, la catástrofe de Haití. Ambas nos tocan de cerca, la del millonario directamente a los intereses de Menorca y de forma muy especial a los de Ciutadella y la otra a nuestras conciencias, tal vez porque las desgracias que ocurren lejos de nuestro entorno nos son algo más ajenas que las que suenan junto a nuestros portales.
El culebrón está servido, las encuestas se disparan, conocidos ciutadellencs hacen y deshacen, opinan, alaban y condenan sobre el como y el porqué y se preguntan y extrañan al mismo tiempo como es posible que, un vecino tan ilustre económicamente hablando, haya sido capaz de donar su fortuna a los Príncipes en lugar de a la Ciudad. Hasta el propio Consistorio se hacía "mel" sólo imaginando la posibilidad de una buena inyección económica para sus maltrechas arcas municipales, pues de llegar a poder sacar un buen pellizco, seguramente muchos se alegrarían y entre ellos, la familia Dubón y el Ministerio de Justicia que por fin podría iniciar las obras de ese deseado y necesario complejo judicial.
Sin embargo parece ser que todos los sueños de grandeza se han venido abajo y que esa fortuna ha encontrado, al fin, descanso en una fundación de ayuda social. Y mientras andábamos entretenidos, medio sumergidos, entre un programa rosa y el azar de una lotería incierta, las calles de nuestros pueblos olían a torradas de carne y embutidos en esta víspera de santo patrón que nos ha robado un puentecillo por no dejarse caer en lunes y desde allá, desde muy lejos, nos siguen llegando los ecos de la desgracia de un pueblo, Haití, que ni entiende de estas cosas nuestras ni de cómo salir a flote.
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