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Una gota fría con una potencia destructora ha llevado el caos y la muerte a Valencia, donde, ayer noche, ya se contabilizaban al menos 95 víctimas mortales, aunque las estimaciones apuntan a que en los próximos días aumentará el número de cadáveres. Una tragedia que conmociona a toda España. Quedan preguntas sin respuesta, pero esta DANA había sido anunciada y las autoridades estaban en alerta.

El problema, advierten los expertos, es que se construye donde no se debe y cuando el agua se desborda arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Unos hechos muy preocupantes, porque el cambio climático, una realidad aunque algunos negacionistas todavía intenten desmentirlo, implica que las tempestades serán cada vez más frecuentes y potentes, con consecuencias devastadoras. Los torrentes y cauces de agua que discurren junto a los núcleos urbanos suelen estar sucios y llenos de maleza, lo que contribuye a que en caso de lluvias torrenciales, el desastre se magnifique.

Tras esta catástrofe, el Gobierno y las administraciones deben volcarse con los miles de damnificados que han perdido a sus seres queridos o han sufrido daños materiales, desde casas destruidas a coches en siniestro total, arrastrados por la riada. La solidaridad con tantas familias destrozadas constituye una urgente prioridad.