Se acaban de cumplir dos años desde que las tropas de Putin cruzaron la frontera desde Rusia y Bielorrusia e invadieron Ucrania. 24 de febrero de 2022, una fecha para la infamia. Con miles de muertos y desaparecidos en ambos bandos, la contienda se está estancando. Surgen indicios alarmantes para Kiev: el apoyo de Europa y, sobre todo de Estados Unidos, se está enfriando a medida que se alarga el conflicto.
Los soldados de Ucrania necesitan desesperadamente municiones y armamento, en cantidades industriales. Esa es la gran diferencia con Moscú, que está en condiciones de movilizar una industria pesada armamentística. Al mismo tiempo, se levantan voces para exigir a Volodímir Zelenski que se siente en la mesa de negociaciones y acepte perder algunos territorios a cambio de la paz. Se trataría de una concesión peligrosa, porque habría legitimado una invasión ilegal.
En 2014 Putin ya anexionó ilegalmente la Península de Crimea, con el potente puerto militar de Sebastopol. En aquella ocasión la comunidad internacional miró vergonzosamente hacia otro lado, lo que dio alas al mandatario ruso para acometer el ataque a Kiev en 2022. Las sanciones de la Unión Europea no han lastrado como se esperaba a la economía rusa, que sigue funcionando con relativa normalidad pese a los embargos. El resultado de la guerra de Ucrania es muy incierto.