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El primer discurso del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, marca las líneas maestras de su mandato. El dirigente de la primera potencia mundial ha dejado claro sus postulados proteccionistas y endogámicos, posición preocupante el abordar cuestiones relativas a la emigración y las importaciones. Pero no serán las palabras ni las declaraciones, sino las decisiones y los hechos que permitirán calibrar y valorar la acción de gobierno de Trump. Sus propuestas suponen ahora una ruptura respecto al pasado y la cultura del liberalismo norteamericano.

La llegada del nuevo presidente republicano -con numerosas protestas- abre incógnitas en la política exterior de Estados Unidos y su política económica. El liderazgo norteamericano es evidente, pero hay contrapesos -Rusia, China y la Unión Europea- que marcan un escenario complejo con grandes incertidumbres. El nuevo inquilino de la Casa Blanca, populista y grandilocuente, que ganó a Hillary Clinton contra todo pronóstico, se ha comprometido a «devolver el poder al pueblo» y anteponer los intereses nacionales. Los norteamericanos no olvidan con facilidad las promesas de sus políticos.