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La contundente victoria electoral del líder conservador británico, David Cameron, tiene consecuencias tanto en la política interna como en las relaciones externas. Con carácter inmediato, los principales opositores -el laborista Ed Miliband y el liberal Nick Clegg- presentan su dimisión ante sus catastróficos resultados. En cambio, los nacionalistas escoceses refuerzan su papel. El ajustado resultado del referéndum que evitó la secesión no ha pagado sus ansias independentistas.

Cameron logra, tras desmentir todos los sondeos electorales, una holgada mayoría en el Parlamento británico que da estabilidad a su gobierno, lo que se ha traducido en euforia en todos los foros económicos.

Este triunfo conservador ha disparado la cotización de la libra esterlina, los bonos y las acciones en la capital económica de Europa. El éxito de los tories ha sido recibido con alivio por unos mercados que veían con preocupación una alianza de los laboristas con los independentistas escoceses, escenario que las urnas han despejado para confirmar la continuidad del actual esquema de relaciones con la UE. La democracia más vieja de Europa ha vuelto a funcionar de forma ejemplar.