TW

El modelo económico menorquín ha registrado, en estas últimas décadas, la desaparición de gran parte de la industria manufacturera y del sector agrícola-ganadero para concentrarse en el turismo y la construcción. Unas actividades que atraen mano de obra poco especializada, incentivan la inmigración y, en el caso de Balears, en el triste liderazgo del fracaso escolar porque los jóvenes abandonaban alegremente la formación para incorporarse al mercado de trabajo.

Este cambio de modelo productivo y la crisis iniciada a partir del segundo semestre del 2007 han provocado que el índice de pobreza se haya multiplicado por tres desde aquel año. La crisis ha golpeado a todas las clases sociales y profesionales de todos los ámbitos, pero siempre hallarán más salidas los trabajadores especializados y bien formados, mientras que los peones en el paro se cuentan por miles tras estallar la burbuja inmobiliaria y el descalabro de la construcción.


Instituciones y agentes sociales -empresas y sindicatos- deben abordar con urgencia el problema del paro de larga duración. No podemos resignarnos a que desempleados mayores de 45-50 años no vuelvan a encontrar un puesto de trabajo.