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Viviendo en Ciutadella es normal que un amigo te pida el favor de llevarlo a las 6 de la mañana al aeropuerto, ya que no hay horarios de bus para los vuelos de primera hora.  «¿Te acompaño?», susurró mi marido medio dormido. A lo que respondí con un «no, gracias».

Lo que no es normal es la barbarie que acabo de ver en la carretera. La visibilidad era, por momentos, muy baja. Aún oscuro habían bancos de niebla importantes. Mucho tránsito a esa hora, para mi sorpresa, entre camiones y particulares.

Considero que en estas condiciones es mejor tener prudencia. Pero fueron incontables los vehículos que me sobrepasaban a alta velocidad. Aún con línea continua. ¡Una temeridad!

Yo me pregunto: «¿Qué más tiene que pasar en nuestras carreteras para que tomemos consciencia?».

Nos jugamos la vida por «ganar» unos minutos.

Volví a casa con el «miedo» aún en mis manos. Besé a mi marido agradecida de haber regresado. Podría no haber pasado. Dicen que somos hijos del rigor. Abogo por más controles, multas y campañas de concienciación.

Para que «Menorca, isla de la calma» no sea solo un antiguo eslogan.

(Y un bus directo al aeropuerto sería de gran utilidad).