Nada más llegar a Maó abro «Es Diari». Resulta que después de expulsar por la vía judicial la APB a los ocupantes de las concesiones caducadas de La Solana, entre otros a varios reputados artistas que daban lustre y propaganda gratuita a Maó, ha abandonado las construcciones durante tres años, con el consiguiente deterioro de los edificios, que ahora dice va a restaurar. Resultado: el enfado de unos buenos amigos de Maó. Y naturalmente, pérdidas de la APB por los costes de restauración y por los cánones no cobrados durante tres años.
Resulta que los industriales de la exportación de biomasa menorquina han tenido que abandonar la explotación porque la APB les obliga a arrendar todo el año un muelle, a alto precio, cuando su uso sería meramente ocasional.
Resultado: otra industria menorquina que desaparece. Y naturalmente, pérdida para la APB de la facturación de carga correspondiente.
Resulta que hay una lista de 224 aspirantes a atracar sus embarcaciones en el puerto en la que se suele esperar unos siete u ocho años (¿será por falta de sitio?)
Resultado: los aspirantes se quedan sin atraques y los que les hubiesen vendido bienes o prestado servicios, se quedan sin negocio. Y naturalmente, la APB pierde los cánones correspondientes.
No cabe extrañarse de que con estos métodos de gestión el puerto recaude menos a cambio de perjudicar a los damnificados por la misma.
En fin, qué cabe esperar de una gestión en la que brilla la perla del corte de la línea eléctrica que surtía a la Illa del Rei, restaurada a costa de unos benéficos ciudadanos, por carecer de concesión administrativa para que el cable pasase por el fondo marino.