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Hay que ver lo bueno que es alguno dando trabajo –qué no creando empleo- para borrar lo que ensucia. Encima igual se cree que merece que le den la enhorabuena por su nueva gamberrada, más o menos de la misma categoría que la 'felicitación' que corresponde a quienes dan 'trabajo' a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado con sus simpáticas infracciones del Código Penal, porque al fin y al cabo es de una lógica impecable preguntarse ¿qué sería de la Policía si no hubiera delincuentes que les proporcionasen trabajo, de los bomberos si no hubiese pirómanos como el que tanto trabajo proporcionó el verano del año pasado en Menorca o de instituciones como la Fiscalía Anticorrupción si no hubiese corruptos?

Salvando las distancias, nuestro pequeño vándalo también contribuye con sus fechorías menores a dar trabajo, por lo que en cierto modo hay que reconocer, faltaría más, que se ha hecho un sitio por méritos propios entre los benefactores de la sociedad de la tipologías descritas en el párrafo anterior, que tanto contribuyen a dar trabajo a determinados profesionales y además lo hace con toda la humildad que asegura su discreto anonimato.

Aunque tengo que discrepar del mérito que me atribuye en exclusiva, porque las normas no son 'mías', sino del Ayuntamiento, está claro que las normas se hacen para incumplirlas y que la única norma razonable que puede existir en esta vida es que algunos bares y negocios de restauración tienen todo el derecho del mundo a invadir la vía y propiedades públicas cuándo y cómo se les antoje, ya que, naturalmente, sus vecinos en particular y viandantes en general el único derecho que tienen es el de jorobarse. El derecho al descanso no existe en una sociedad como Dios manda y la vía pública –incluso en sus puntos más céntricos y transitados- ha de estar al servicio exclusivo de algunos bares y similares.

Hay que sopesar sabiamente todo el empleo que se perdería si unos pocos desaprensivos –de la misma catadura que el ilustre artista semianalfabeto-, no pudieran destruir el producto y la imagen turística de Menorca y no pudieran hacer directamente lo que les da la gana, infringir ordenanzas y hasta leyes como la de contaminación acústica. ¿Qué sería de nosotros si no pudieran abusar del turista dándole gato por liebre, frituras de pescado «fresco» congelado o rape por langosta, como denunciaba recientemente un periodista?

Qué sería de nosotros si no fuera por unos pocos eruditos que se llenan la boca con la frase «turismo de calidad» en las tertulias, repitiendo compulsivamente que es lo que necesitamos y que actúan después siempre en consecuencia, alegando con registro de entrada oficial ante el Ayuntamiento que no quieren tener los lavabos de sus establecimientos abiertos por Sant Joan. Como si no supiera todo el mundo que el turismo de calidad de lo que más disfruta realmente es de que le peguen un buen sablazo por una agua mineral, un gin con limonada o una cerveza servidos en un buena barra exterior, pero que no les dejen ni ir al lavabo. Con tan amable proceder se consigue atraer turismo de la mejor calidad y todos los gentlemans del mundo nos hacen después una propaganda que no veas contando en sus países, allá en los famosos «mercados de origen» que existe un pintoresco lugar llamado Ciutadella dónde hay algunos bares en que te sirven unas consumiciones muy caras pero con el valor añadido de que en el precio de la consumición ya va incluida una agradable prohibición de ir al lavabo.

También es bien sabido que el turismo de calidad lo que quiere en realidad es poder contemplar y fotografiar monumentos y edificios emblemáticos en los que aparezcan inevitablemente artículos en plásticos de colorines o tenderetes de «artesanía típica» made in China.

El turismo de calidad quiere marcha las 24 horas del día, música a todo volumen con ventanas y puertas abiertas, aunque luego los aguafiestas de turno –turistas indeseables de ínfima calidad- dejan las correspondientes quejas en las recepciones de hoteles y apartamentos, incluso diciendo a veces que no volverán porque no pueden dormir debido a los ruidos. Una posible solución es prescindir de los turistas que también quieren descansar y quedarnos con el 1 por ciento de hooligans de 'calidad'.

No hace falta más profesionalidad en algunas empresas de restauración, bares y oferta complementaria, ni saber valorar mejor los pocos activos que tenemos y pueden diferenciarnos aparte del sol y playa, como por ejemplo los vestigios de la cultura talayótica o el monumental casco antiguo de Ciutadella. Lo que hay que hacer es seguir deteriorando la imagen de Ciutadella y Menorca y abolir toda norma que regule la convivencia. Y hay que reconocer que la única forma de crear empleo es supeditarlo todo a los caprichos de algunos bares.

Y no hace ninguna falta hacer una promoción diferenciada de Menorca, procurando que deje de ser percibida como un simple apéndice de Mallorca en cuanto producto turístico, sino que hay que profundizar en el excelente modelo mallorquín copiando el ejemplo de Magaluf, paraíso de hooligans dónde, como es natural, casi todo está permitido hasta el punto de que no hay persona normal que resista vivir allí.

En fin que cualquier exceso y la falta de civismo de unos pocos queda perfectamente justificada siempre que se cometa en nombre del turismo (preferentemente de gran 'calidad').

Ni la falta de profesionalidad de una minoría, ni la poca calidad de una parte de la oferta complementaria, ni algunos precios abusivos, ni la falta de diferenciación, ni las actitudes de algunos desaprensivos que se cargan cada día nuestro producto turístico, ni la corrupción que ha desangrado a tantas administraciones y derrochado dinero a raudales en infraestructuras inútiles, ni las asfixiantes subidas de impuestos que han ahogado a tantas empresas y familias, ni los recortes abusivos en prestaciones sociales y asistenciales básicas, ni los rescates a la banca privada con el dinero de todos, ni las desastrosas políticas económicas de los últimos gobiernos de la nación han creado paro alguno. Ni en Ciutadella, ni en toda España. No que va. Aquí lo único susceptible de crear paro es que existan unas normas para regular la convivencia y que no se pueda instalar una terraza justo en medio de la zona peatonal más concurrida de la calle más transitada del centro histórico de Ciutadella.