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Ha terminado el simulacro.

Durante demasiado tiempo, en los años del delirio, cualquier apelación a la virtud cívica o a los valores morales a sonado a antigualla reaccionaria.

Como nada importa, no importa tampoco la desvergüenza o la rectitud.

Como siempre hay un enemigo exterior al que atribuir cualquier culpa, la apelación a la responsabilidad personal del concejal es una ofensa.

Como siempre están disponibles brigadas municipales, no importa dejar unos cuantos bancos convertidos en vergüenza propia y ajena.

Hay que fijarse en lo que se ha hecho bien y en quien lo ha hecho bien, para tomar ejemplo. No tenemos disculpa si no hacemos todos lo poco y lo mucho que esta en nuestras manos, en las que cada uno, para que no se pierda lo que tanto ha costado construir, para asegurar a nuestros hijos un porvenir habitable, si no los alejamos y los adiestramos para que lo defiendan.

Dice Antonio Machado: Que difícil es / cuando todo baja / no bajar también.
Que cada uno haga su trabajo, decía Camus.

Que cada uno elija ser un ciudadano adulto en vez de un hooligan o un siervo del líder o un niño grande y caprichoso, o un adolescente enclaustrado en su narcisismo.

El estudiante, que estudie; y si no quiere estudiar que aprenda un buen oficio y disfrute poniendo toda su inteligencia en el trabajo de sus manos. El profesor que enseñe, el padre y la madre que sean padre y madre y no aspirantes a colegas o halagadores permanentes de sus niños.

Ya no podemos permitirnos el lujo de hacerles creer que el mundo es una guardería, o un parque de atracciones. Cada uno, casi en cada momento, tiene la potestad de hacer algo bien o de hacerlo mal. De ser grosero o bien educado, de tirar al suelo una bolsa estrujada o una botella o una lata de refresco o depositarla en un cubo de basura, de dar un grito o bajar la voz, de encolerizarse por una crítica o detenerse a comprobar si es justa.

Nada amenaza más el bienestar de la clase política que una ciudadanía que les da la espalda o se niegue a seguir actuando de comparsa en sus proyectos delirantes o les pida cuentas de cada céntimo que gastan y cada decisión que toman en vez de seguir tragándose el engaño del enemigo exterior que tiene la culpa de todo.

Hay lujos que ya no podemos permitirles. Durante demasiados años tendremos que seguir pagando las deudas que ellos contrajeron para costear esos delirios que siempre eran delirios de grandeza. Ahora despertamos a la fuerza y descubrimos algo que se nos había olvidado. Somos pobres. Vamos a serlo más todavía y durante mucho tiempo. Éramos nuevos ricos y ahora resulta que somos nuevos pobres.

Durante mucho tiempo, nadie se paró en la vida política a preguntar lo que de manera continua en la vida privada, antes de comprar algo ¿Cuánto cuesta?

Cuando yo era un niño, un bárbaro refrán resumía el lugar que había ocupado durante siglos el conocimiento en nuestro país: Pasar más hambre que un maestro de escuela. De mayor he visto con una tristeza sin consuelo como el saber sigue recibiendo el mismo desprecio. Hace falta muy poca consideración hacia la enseñanza, para que un país tenga el índice de abandono más alto de Europa, para que muchas de las personas mejor preparadas necesiten marcharse fuera para ejercer su talento. Y lo que es más grave de todo, que se refuerza cada vez más la división entre los privilegiados y los pobres.

En los últimos años me ha sorprendido que pudiera durar tanto el delirio.