«Yes, ‘im my fathers son». Los hijos de Antonio Gomila le evocan con esta canción de Joe Cocker, donde las ‘cadenas en el corazón’ les unen, desde la emoción personal y el legado familiar, a los pasos y enseñanzas de su padre.
Antonio Gomila Pons ha sido un empresario hecho a sí mismo, un menorquín audaz, creador, decidido y emprendedor. Lo demostró con una trayectoria profesional que lo situó como líder del sector de la construcción en la Isla.
Hábil y sagaz en los negocios, en los que demostró tanta habilidad como inteligencia para diversificar las inversiones, en la esfera personal era un hombre discreto, reservado, que buscaba y valoraba el ámbito de su intimidad. Sabía quienes eran sus verdaderos amigos, en los que confiaba plenamente.
Perfil público bajo
El fundador de Antonio Gomila SA optó y practicó siempre por un perfil público bajo, sin estridencias.
Luchador nato, resolutivo y capaz de enfrentarse a cualquier adversidad en las actividades empresariales, aspiraba a pasar desapercibido. No era fácil por la dimensión de sus iniciativas, que lo llevaron a ser una persona clave y determinante en la economía local.
Ahora, cuando nos golpea e interpela su fallecimiento, tan temprano como inesperado, constatamos como, en la hemeroteca de «Es Diari MENORCA», apenas hallamos entrevistas y referencias individuales. Evoco ahora, en un flashback que se repite, todas las ocasiones en las que quedó como una gran asignatura pendiente la conversación periodística, solicitada reiteradamente.
Intuición e instinto
Gomila sabía que eras periodista -una profesión transformada en vocación que acabas ejerciendo las 24 horas del días-; te trataba y hablaba como amigo, pero pedía que respetases su off the record.
Daba un paso atrás, con elegancia aunque sin concesiones, cuando le pedía que explicase, para los lectores del rotativo insular, el origen de su empresa, su trayectoria industrial en Menorca y Mallorca; la intuición y el instinto innato para los negocios. Y cómo configuró y distribuyó su participación en sectores tan diversos, además de la construcción, como la inversión y la promoción inmobiliaria, el suministro de agua potable, la depuración, actividades de limpieza y mantenimiento, y otros muchos servicios.
Rememoro ahora las veces que declinó participar en foros y actos públicos, porque no era dado a las declaraciones sobre el escenario. Habría sido un invitado de excepción para un encuentro con los socios del Cercle d’Economia de Menorca, pero rehuía todos estos actos.
No quería tener protagonismo propio, lo evitaba a conciencia. «Antonio Gomila Pons no es importante -solía repetirme-, lo principal es la empresa que lleva mi nombre». Hábil, desviaba la atención y la mirada periodística hacia el hombre intrépido y generoso, y la dirigía a las obras públicas, los equipamientos y los proyectos que ejecutaba su compañía. «Aquí podrás hallar algún dato interesante para el diario», era su última palabra. Sonreía, amable, y abordaba otro tema, dando por cerrado el enésimo intento para conseguir la entrevista.
Antonio Gomila, que hizo tanto por Menorca, se marcha demasiado pronto, a los 62 años. Pocos sabían cómo era realmente. Entre ellos, Pablo Jaén -otro muro de contención, de discreción y silencio-, y, naturalmente, sus hijos, que lo despiden con esta maravillosa letra y la música de Joe Cocker: «Yes, I’m My father’s son». En el combate emocional entre la cabeza y el corazón seguirán los pasos y las enseñanzas de su padre, compañero del alma, psicólogo de la vida, amigo Gomila, que tantos secretos atesoraste.
Un proyecto clave
El obispo Gerard Villalonga activa un proyecto clave para la Diócesis, iniciado por Francesc Conesa, cuya ejecución se retrasa por los tempos lentos de las administraciones.
Consiste en transformar las dependencias anexas al santuario del Toro en casa de espiritualidad y hospedería. Una iniciativa en la que trabaja una comisión diocesana donde participan, entre otros, Josep Miquel Sastre como delegado episcopal; la empresaria Francisca Llabrés; Lorenzo Lafuente, director de Caritas Diocesana; Joan Mercadal, diácono e ingeniero de Obras Públicas y Francesc Farrés, arquitecto. Las instrucciones del obispo Gerard son claras: definir, agilizar e impulsar el proyecto.
Preguntas de la semana
¿Por qué nunca se terminó el plan director para consolidar el acantilado del puerto de Maó que se acordó elaborar en 2002, hace 22 años?
¿Además de las nueve piscinas en la finca Sant Llorenç, de Alaior, qué otros casos ha denunciado el GOB ante el Consorcio del Suelo Rústico?
¿Cuándo se reanudarán las obras del antiguo hospital Verge del Toro para reconvertirlo en un centro sociosanitario?
¿Informarán favorablemente los técnicos municipales y del Abaqua la compra de los pozos de Aigües Cala Blanca?