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Rachid Bouraoui fue un alto funcionario y diplomático argelino que llegó a ejercer de presidente del banco central de su país. De su relevancia internacional da fe el hecho de que en 1981 participó en las negociaciones para liberar a los rehenes de la Embajada de Estados Unidos en Irán. Su brillante carrera se truncó cuando ese mismo año decidió exiliarse con su familia en Francia, convencido de que iba a estallar una guerra civil en Argelia, como finalmente sucedió en 1991.

Una vez en Europa se sintió olvidado y abandonado, hasta que el 28 de enero de 2022 ingresó en el centro médico de cuidados paliativos Jeanne-Garnier, de París. A su muerte y para conjurar su dolor filial, la escritora Nina Bouraoui (Rennes, 1967) decidió escribir la historia de las últimas horas de su padre y las plasmó en su libro Un gran señor, publicado en 2024 en Francia y que aparece ahora publicado por editorial Tránsito, con traducción de Malika Embarek López.

Como señala la contraportada, el libro «es la carta de amor y despedida de una mujer a su padre. Un relato que a veces es un ruego esperanzador y otras una travesía por la perdida».

Buena parte de la crónica transcurre en una habitación del hospital parisino o en Aix en Provence donde se halla la vivienda de A, la amante de Nina Bouraoui. Cuando no está velando a su padre ella va allí para huir del desgarro que le provoca la inminente muerte de su padre, al que siempre ha tomado como ejemplo a seguir.

Un día, al salir del hospital donde el padre se va consumiendo corroído por la enfermedad y pasar por la Rue Rivoli, delante de los muros del Louvre, la autora no puede evitar pensar en los cuerpos lastimados de Caravaggio, en los cuadros de naufragios, del Apocalipsis, de sacrificios o en el Cristo de Mantegna. «Pienso -escribe- en el frontón del Partenón, pienso en todo lo que queda, quedará, atravesará los años, los siglos, cuando nosotros, hechos de huesos, de carne y de sangre, desaparezcamos».-

Pese a que en muchas páginas no salimos de las cuatro paredes donde Rachid pasó sus últimos diez días de vida, Un gran señor no es un relato claustrofóbico pues la autora rememora su infancia, los luminosos veranos playeros en Argel (que de alguna manera remiten a los primeros años de Albert Camus), sus amores de juventud, los regalos y manías de su padre, un hombre que siempre la apoyó cuando decidió hacer público su lesbianismo, la escritura, el dolor...

La proximidad de la muerte está siempre presente. «Podrá renacer el verano, estallar la luz, podrán alargarse los días, besarse los enamorados, y mi padre ya no lo verá, enclaustrado aquí, privado de los instantes felices y de la vitalidad de los hombres y mujeres de fuera».

Bouraoui sabe convertir su experiencia íntima y personal en universal, pues las relaciones entre padres e hijos nos atañen a todos. La admiración que expresa son un bonito homenaje a la figura paterna. Si Kafka escribió su «Carta al Padre» para reprocharle sus abusos, Bouraoui le escribe al suyo una bonita carta de amor.

Un gran señor

Nina Bouraoui

Traducción de Malika Embarek López

Editorial Tránsito

195 páginas