Un tema que sale recurrentemente en los medios de comunicación de los países occidentales es el de la diabetes tipo 2 (DM) o de la diabetes de los adultos pero en los más jóvenes, sin que sepamos muy bien el porqué.
Una patologia que tiene que ver con los cambios que se producen con la edad y con los estilos de vida. De ahí, que la DM2 aumente en los más jóvenes nos sorprende y sin que sepamos muy bien por qué, o sí; pues son muchos los factores ambientales que van cambiando en esos estratos de edad en la actualidad.
Comentamos sobre todo el de mayor consumo de bebidas con fructosa (sacarosa), de realizar menos ejercicio físico, más utilización de pantallas, estar más sentados, menos deporte; un estilo de vida más sedentario; cuando en nuestra infancia recordamos que éramos más activos, nos movíamos mas, jugábamos y corríamos mas...
Se difunden los cambios en la alimentación y en el ejercicio físico que han influido en la salud metabólica de nuestros hijos. Ya comentamos como por cada incremento de 150 kcal de azúcar por persona y día (un refresco diario) se aumenta la prevalencia de la DM2 en al menos un 1,1%. Un análisis a nivel mundial (Singh GM et al., «Circulation». 2015) estimaron que 184.000 muertes por año son atribuibles al consumo de bebidas edulcoradas, de las que 133.000 son debidas a la DM2; o que diversos autores dieran la voz de alarma sobre una epidemia de DM2 en los más jóvenes (Perng W. et al., «Diabetes Care». 2023) o que estos días surjan reportajes al respecto (traducido, publicado en «El País» en abierto el 26-08-2024, un reportaje sobre el particular de Charlotte Huff. En busca de explicaciones al repentino aumento de la diabetes tipo 2 en niños. «El Pais» -serie de Knowable en español-)...
Y es que aún existiendo una DM específica de la infancia (DM1) que, es muy infrecuente si la comparamos con la DM2, son distintas tanto en sintomatología como en su evolución, habida cuenta que, a grandes rasgos, la primera es aguda e inmunológica y la segunda es crónica y dependiente de la insulinorresistencia a nivel de tejidos periféricos y del agotamiento insulínico pancreático. Y lo que está aumentando al parecer, en la actualidad son las causas que producen la segunda, pero en niños, comportándose por tanto, como adultos incluso en sus complicaciones.
Con todo, aunque desde 2002-2003, los diagnósticos en la infancia se han duplicado, pasando de 9 por 100.000 jóvenes a 17,9 por 100.000 en 2017-2018, sobre todo entre asiáticos, isleños del Pacífico, negros e hispanos en EEUU; están aún muy lejos de la prevalencia de la DM2 (13 por ciento en España). Si esas tasas crecientes persisten, se prevé que el número de casos de DM2 en jóvenes se dispare de 28.000 en 2017 a 220.000 en 2060 en aquel país, comentan.
Una aparición en jóvenes, especialmente entre las comunidades marginadas, incluida la hispana de EEUU, pues en esta no solo le influye el estilo de vida y el ambiente si no la carga genética de sus etnias de origen.
Desde la exposición al estrés crónico y a la contaminación atmosférica, hasta las dietas ricas en azúcar, y los niveles socioeconómicos más bajos, al influir en el acceso a alimentos saludables o en las oportunidades de practicar ejercicio de forma más segura en barrios menos contaminados. O sea que a nivel epidemiológico no es un tema aparentemente fácil.
Sin embargo, se han dado cuenta en la población hispana que existe una interacción entre la genética, los factores metabólicos y las influencias ambientales les ha llevado a planteárseles la pregunta de ¿por qué algunos adolescentes con un aparente mismo riesgo desarrollan DM2 y otros no? El primer dato que les surge es el de que una cuarta parte de los jóvenes hispanos son obesos, un porcentaje superior al de otros grupos raciales, algo que influye en el trasfondo genético y ambiental. Y, otros aspectos, si la madre presento diabetes gestacional (DG) durante el embarazo... los niveles de contaminación atmosférica que influyen en las células beta pancreáticas, el estrés crónico (Goran et al., «Annual Review of Nutrition» 2005), pues el número de factores estresantes de los padres, influye en la obesidad del niño, o las fórmulas infantiles que contienen sirope de maíz... por lo que se ve un tema complicado al que no se le visualiza un horizonte diáfano.
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