Arquitectura, sueños, variedad gastronómica
Estos días cumple el hotel cuatro años desde su apertura. Y lo hace consciente de ser el pionero en alojamiento urbano de calidad y de haber recibido multitud de premios e ilustres visitas. Pero más allá de estos parabienes, se trata del sueño hecho realidad de una pareja llena de inquietud, sensibilidad, perfeccionismo y tenacidad: la empresaria Anja Sánchez-Rodrigo Wickers y el arquitecto Nando Pons. Es indudable que escogieron el camino más largo, y no solo por recuperar el legado de Femenías y de acentuarlo con elegante estética contemporánea. Un camino edificado en la obsesión por los pequeños detalles, en sentir cada recodo como una extensión de su experiencia y carácter personal, en apostar por su instinto y arriesgar, aunque llovieran las críticas, en anteponer la satisfacción intangible de crear un espacio único a la búsqueda de la rentabilidad inequívoca.
En el plano culinario la propuesta destaca por su integración en el conjunto, y por la sensatez de quien combina la experiencia total de sus hospedados con la de recibir invitados durante los diferentes momentos del día. De esta manera se presentan: un desayuno de horario prolongado bien suministrado de productos locales, un gabinete de repostería artesanal que enriquece la merienda o la hora del té -de entre sus adictivas preparaciones, este cronista les recomienda su esponjosa y académica tarta de zanahoria- y un vitamínico brunch dominical que ya lo quisieran en The Wolseley. Los espacios que acogen toda esta oferta gastronómica son principalmente dos: el patio, un oasis repleto de vegetación y buen gusto en medio del antiguo conglomerado urbanita, y el comedor modernista, una joya que mantiene intactos los elementos decorativos y estructuras fundacionales del edificio.
Cocina apegada a lo próximo
Sol Pons Vidal lidera la cocina que provee a este heterogéneo repertorio coquinario y al que se suma la carta del restaurante principal. Con más de dos décadas de experiencia, ha trabajado en proyectos tan relevantes como la efervescente primera etapa del Villa Madrid, y con cocineros como Carl Borg en Andaira, Vicent Vila en Es Molí de Foc o la añorada Pilar Pons en su legendario Sa Vinya. Sol presenta una propuesta de factura mediterránea y saludable, anclada en las materias primas de proximidad. Apuesta por la importancia del sabor y de sus contrapuntos como camino para realzar ingredientes, así como por elementos asiáticos o morunos y condimentos -entre otros, sus vinagretas- que potencian el frescor, los aromas y las texturas. En la cocina de Sol manda la temporada, por lo que trabaja directamente con payeses y productores artesanos, recibiendo cada semana producto diferente y propiciando una carta cambiante y platos especiales cada día.
En nuestra última visita dimos cuenta de esos platos fuera de carta. Eran sabrosas las alcachofas de Menorca al horno con puerro, pasas y pimentón de La Vera, acertada la pasta casera -perfectamente al dente- rellena de calabaza y frutos secos, e interesantísima la zanahoria en dos servicios, morada y tradicional. Son muy recomendables otros platos con enorme predicamento entre la clientela, como la tradicional tosta de escalivada con anchoa de L'Escala o el conseguido timbal de berenjena y queso de cabra gratinado. Aunque ensaladas (rúcula, espinacas…), pescados y carnes de la Isla son elecciones bien cuidadas, los curiosos no se equivocarán con la original hamburguesa de quinoa con verduras salteadas.
Productos y productores locales
Aproximadamente el 70% de las materias primas que utilizan en el Jardí de Ses Bruixes son autóctonas. Algunos de sus proveedores fetiche son Peixateria Sa Llotja en Mahón (pescados y mariscos), Productes ecològics Santo Domingo en Sant Lluis (verduras y hortofrutícolas), Duchisela en Mahón (carne de vermella menorquina y cordero lechal de Menorca), Bolets de Menorca (setas) y Sa Cooperativa del Camp en Alaior (quesos y otros productos de artesanos locales)
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