Llevo horas recibiendo felicitaciones por whatsapp. Regalos virtuales que se abren al poner mi dedo sobre la pantalla, vídeos de animación, fotomontajes con el pequeño Nicolás colándose hasta debajo del turrón y mensajes en cadena, de copiar y pegar, que teorizan sobre la vida y los deseos genéricos compartidos para el nuevo año. El salud, amor y dinero (por ese orden) pero más enrevesado. Como si después de las uvas, con la corbata por sombrero y el matasuegras en la boca, pudieras pararte a leer las ocurrencias de cada cual. Como si no bastara un «feliz año» y «te deseo lo mejor», con el emoticono de rigor. Total, que así nos pasamos desde la medianoche con la idiocia hipnotizante de estar aferrados al móvil, celebrando cualquiera de los testamentos que nos llegan como uno más de los múltiples abrazos que hemos dado a cuerpos ebrios de cotillón.
Blog: S'espiga
El whatsapp de Rajoy
01/01/15 21:24
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