Un grupo de chavales de entre 12 y 16 años se han dedicado a tirar piedras a los coches que circulaban desde el puente de Son Cladera, en Palma, a la autopista de Inca. Un peligroso entretenimiento que ha provocado recientemente lesiones a una mujer y no pocos sustos a numerosos conductores.
Este suceso, aunque alguien piense que nos pilla algo lejos, destapa un problema social que afecta a una parte de la juventud que está creciendo falta de referentes morales. Afortunadamente no es una actitud generalizada, pero son suficientes para replantearse que clase de ejemplo y valores estamos transmitiendo a las nuevas generaciones de ciudadanos.
Pongamos como ejemplo lo que ocurre en el deporte, especialmente
en el fútbol o baloncesto. Para los miles de niños y niñas es una escuela que fomenta hábitos saludables, el trabajo en equipo, el compañerismo o el espíritu de superación, todo ello en un ambiente de diversión.
Ahora pasemos a la cara más lamentable y que todos hemos presenciado en los campos de la Isla. No pocos padres se comportan como auténticos hooligans, profiriendo insultos y, consciente o inconscientemente, trasladando a sus hijos que lo único importante es ganar. Aunque tengas 11 años, y hay que hacerlo «por lo civil o por lo criminal», como dijo en su día Luis Aragonés (en mi opinión de forma desafortunada). Y así hay quien crece recto y otros que se van torciendo por el camino.
Que un adolescente suelte una pedrada a un coche, tire una silla por la ventana de un aula, insulte a un profesor o agreda a su novia es un fracaso colectivo. Personalmente, lo resumiría como un fallo en la educación con mayúsculas. Empezando por la que se da en el ámbito familiar.
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