Hay tantos tipos de turistas como formas de disfrutar de las ansiadas vacaciones como personas. Cada uno tiene en mente la manera de pasar esos días en los que la rutina diaria se rompe ante un horizonte en el que el principal objetivo es desconectar y efectuar actividades que uno no puede practicar durante el resto del año o sumergirse en el dolce far niente.
Claro que todo varía si tienes o no trabajo. Igualmente, están las variantes de quedarse o pirarse de la Isla o pillarlas fuera del periodo veraniego.
Para concretar centrémonos en el estío como imaginario ideal de playa o campo, aderezado de unas dosis de cultura y lo que ahora viene a denominarse turismo activo. En este punto, la palabra mágica desde el origen de los tiempos para los destinos como Menorca y a nivel general es la calidad.
Es reconocido que nuestra Roqueta tiene una impronta diferenciada a las marcas que ofrecen Mallorca, Evissa y Formentera. De hecho la persona que quiere visitar Balears ya tiene una idea preconcebida de lo que se encontrará en cada lugar (aunque siempre hay despistados). Vamos que somos islas hermanas pero no iguales. Y los menorquines, no digo nada nuevo, tenemos una oferta envidiable Sin embargo, en los últimos días Balears tiene una mancha que es como las de tinta, difícil de quitar: Magaluf y vergonzantes hechos que este año se han superado y dañado la imagen de Mallorca (y quién si sabe si al resto). A mi juicio, la secretario de Estado de Turismo, Isabel Borrego, ha acertado al afirmar que éste es un tema más de «concienciación que penalización».
Afortunadamente, aquí no pasa lo de Magaluf, pero puede servir de ejemplo del camino equivocado. Y aunque no sean casos similares, sí que se puede pedir seny en el creciente abuso de alcohol y la falta de civismo en nuestras fiestas patronales.
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