Juan Carlos I se ha jubilado, lo que en lenguaje monárquico se llama abdicar. El relevo generacional es algo natural y quizás por eso, en el mensaje real, el rey no aporta otros motivos. Sin duda los hay, porque su intención durante mucho tiempo había sido que para llegar a "rey puesto" había que pasar por "rey muerto".
Juan Carlos dijo que lo que mejor defínia a la reina Sofía es que es "una gran profesional". Él tampoco se ha quedado corto. Al margen de yernos y deslices, hay que reconocer que Juan carlos ha cumplido con su trabajo. Durante la transición, cuando el estamento militar le miraba con el ojo izquierdo y el morro torcido, durante el 23-F, cuando supo esquivar los pasos previos de la asonada y después defendió desde la almena el sistema democrático, y en sus contactos y viajes institucionales, casi siempre como apoyo al Ejecutivo de turno.
Incluso en sus momentos más altos de popularidad y más bajos de valoración ha sabido resurgir a base de multiplicar la agenda, de mostrarse modesto en las formas y cercano a quienes no le votan. Ese rey humano ha decidido descansar, desconectar la presión mediática, en un momento estudiado, a pocos días del mundial de Brasil, con los primeros calores del verano, y sus páginas para la historia ya escritas.
Feliz jubilación y bienvenido Felipe VI, cuya primera labor será mejorar el papel histórico de su tocayo y lejano pariente, Felipe V.
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