No hay mejor antídoto contra la rutina, ni mejor bálsamo contra la indiferencia que poner a un (Lito) Sastre en su vida para que agite la actualidad del maltrecho fútbol mahonés a partir de su experiencia y su indisimulable fobia hacia cualquier señuelo del sportinguismo de ayer, de hoy y el de mañana.
Genio y figura hasta sepultura, Sastre, como los grandes toreros, reapareció en las centrales del suplemento de Deportes de «Es Diari» ayer lunes como protagonista de la notable entrevista elaborada por Lluís Orfila. Y claro, tratándose del personaje, sus opiniones aceleraron el pulso del aficionado mahonés. El que fuera presidente de la Unión Deportiva arrasa al Sporting, al que en sus buenos tiempos llamaba jocosamente smorting, eso sí, asegurando -le crecerá la nariz por ello- que el club de Bintaufa no le produce ni frío ni calor. Menos mal.
Sus manifestaciones, sin embargo, dejan el rastro de la vendetta, tan propia de los camorristas sicilianos como él mismo se atrevió a calificar públicamente en su día a Borrás del Barrio y los directivos de la Federación Balear que le negaban un año sí y otro también la inscripción de un equipo Regional con el nombre histórico del club que presidía. Queda la sensación de que el ínclito exmandatario ha aguardado cómodamente en su portal, el paso del cortejo fúnebre de su otrora 'enemigo' para esbozar mucho más que una sonrisa de satisfacción.
Y Sastre tiene razón en muchos de sus argumentos -la Federación ha sido permisiva con el nuevo club engendrado del anterior, y no toda la culpa al completo es de Paco Segarra si no también de quienes le jalearon en su día- pero en otros el plumero se le advierte por demasiados lugares.
Le asiste en la tenacidad que mostró durante los años 90 para recuperar la identidad absoluta del histórico club unionista. Lo metió en los tribunales invirtiendo tiempo y dinero y logró su objetivo casi cuando ya había desistido, pero con un matiz determinante. La libertad deportiva se la concedió a la Unión la entonces directora general de Deportes, Joana Maria Petrus, vía decretazo como en los viejos tiempos.
«Ahora sabrán lo que es la travesía del desierto y la gente de la Unión estará pendiente de lo que hagan los órganismos públicos», advierte Sastre aludiendo a los supuestos agravios comparativos con unionistas y menorquinistas cuando el Sporting estaba en su apogeo. El Sporting recibió entonces, a finales de los 80 y principios de los 90, posiblemente mucho menos de lo que le hubiera correspondido dada la categoría en la que militaba, como años después lo hicieron Menorca y Unión para adecentar sus respectivas instalaciones independientemente de cual fuera su titularidad -privada en el caso de la Unión.
No parece que el club de San Carlos, sus actuales directivos, estén demasiado inquietos por lo que suceda en adelante con el Sporting de Mahón, que quiera o no el expresidente, es la reencarnación inducida del difunto Mahonés, salvo que el propio expresidente pase de las palabras a los hechos y se eche al ruedo otra vez cual Robin Hood. Su diatriba suena, en este caso, más a proclama caduca, nostálgica de lo que fue y nunca volverá a ser, que a amenaza real. Y es que la Unión acumula demasiados años sin tener un protagonismo competitivo en la Isla a pesar de los cambios drásticos que ha ofrecido la geografía del fútbol menorquín en la que la entidad gualdiazul aún no ha sabido o no ha podido ganar una cuota de interés que debía corresponderle. Ese es el cometido que ocupa y preocupa a sus actuales directivos, parece, y no lo que le suceda al Sporting de Mahón.
Pero Sastre es el látigo unionista por excelencia. Hay que reconocerle su valentía al entrar en casa ajena y opinar, como siempre lo hizo, de todo lo que le rodea. Es cierto, el sentimiento unionista, aunque menguado por el paso de generaciones que desconocen lo que fue esta entidad, aún existe por más que su actualidad no se corresponda con su historia. Y ahí le gana la partida al Sporting, cuyos incondicionales no han podido evitar ni tampoco frenar las consecuencias de la desastrosa gestión de Paco Segarra en sus últimos dos años.
A partir de ahí, Sastre acierta de pleno cuando habla del reparto de aficionados al fútbol en Maó. Pero ¿qué aficionados, los que van a San Carlos, al Estadi Maonès o al Municipal? porque ni juntando a las tres aficiones que acuden regularmente al fútbol y no solo en partidos puntuales, se llenaría cualquiera de las tres tribunas de los tres campos.
Esa es la cruda realidad del fútbol mahonés a la que han abocado agentes externos -televisión, diversificación de oferta, falta de alicientes- pero también internos, muy próximos en cada uno de los clubes.
José Sastre junto a Ángel Río (Menorca), José Bonet (Sporting) en un encuentro entre exdirectivos del fútbol insular
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