Colombia se lo merece. Y si alguien conoce bien el problema y la forma de conducir un proceso que cierre cincuenta años de guerra, ése es su presidente, Juan Manuel Santos.
Ya lo intentaron Belisario Betancourt (1982-1986) y Pastrana (1998-2002). En cierto sentido, también lo intentó Uribe, de quien Santos fue un eficaz ministro de Defensa.
La semana pasada, con una medida cobertura mediática, se reunían en Oslo las delegaciones del Gobierno colombiano y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) bajo el patrocinio del Gobierno noruego y el apoyo de otros tres países, Venezuela, Cuba y Chile. Echo de menos la presencia de España. Conocí otros tiempos en que el papel de nuestras embajadas era fundamental en este tipo de procesos.
Tras la toma de contacto de estos días y el acuerdo sobre agenda y temas a abordar, las delegaciones se reunirán en La Habana a partir del 15 de noviembre. Es interesante analizar quiénes las componen .
El Gobierno de Colombia ha nombrado al ex vicepresidente de la República Humberto de la Calle responsable. Le acompañan Sergio Jaramillo, Alto Comisionado para la paz, y Frank Peral, otro ex ministro de Uribe, un hombre de un trato y dinamismo excepcionales. Pero la novedad de la delegación la constituye la presencia de dos generales de prestigio: Jorge Enrique Mora, antiguo comandante de las Fuerzas Militares, un soldado admirado por sus tropas y Óscar Naranjo, antiguo Director de la Policía, hombre muy popular en Colombia y muy respetado en Washington.
La delegación de las FARC la encabeza su número dos, Iván Márquez, considerado la cara amable de la guerrilla. Dijo al llegar a Oslo que «venía con un ramo de olivo entre las manos». Con él, tres «comandantes», Rodrigo Gracia, Andrés París –bien conocido por Pastrana en el «despeje» del Caguán en 1998– y, con una ceguera avanzada, Jesús Santrich, que para compensar el ramo de olivo de su jefe ya espetó sobre los «18.000 desaparecidos de Uribe».
Junto a esta «rama militar», Marco León Cabarca, experimentado portavoz internacional, y Ricardo Téllez, quien también avanzó: «Seguramente el Gobierno necesite mas muertos» en un claro mensaje «dialogante». Los grandes ausentes, Simón Trinidad que cumple una condena de 60 años en una cárcel estadounidense, y la carismática holandesa Tanja Nijmeijer, la estrella mediática que representa a «la idealista occidental seducida por un movimiento de libertad» que siempre queda bien. El inteligente veto del Gobierno de Santos a Tanja, con la colaboración de Interpol, ha sido motivado por la necesidad de evitar que las conversaciones se conviertan en un «show» abierto a la Prensa sensacionalista.
¿Qué condiciones se dan en estos momentos para reiniciar el proceso?
1.La guerrilla tiene hoy escaso apoyo de la sociedad colombiana. Tampoco tiene fuerte respaldo internacional. Cuba –madre de estos movimientos– les dará cobijo en La Habana y poco más. He vivido un proceso parecido con el ELN, «acuartelado» en un hotel de la capital cubana –El Palco– en el que estaban «pinchadas» hasta las manecillas de los armarios.
2. El primer tema de las conversaciones girará en torno al desarrollo agrario integral. Espero que se olviden del tradicional reparto de tierras que conlleva distribución de pobreza y beneficio de avispados y se vaya a la empresa agraria, al cooperativismo y al rendimiento.
3. Las FARC han perdido capacidad de utilizar el tráfico de drogas como sistema de financiación.
4. Las elecciones de 2014 marcarán el ritmo de la negociación. Al igual que el M-19, ¿podrán las FARC presentarse a los comicios como grupo político?
5. ¿Tiene el actual líder del movimiento –Timochenko– el carisma y autoridad monolítica que tenía el desaparecido «Tirofijo»? ¿Lo que firmen o suscriban los negociadores en La Habana será asumido por la totalidad de los Frentes?
6. ¿Cómo encajaría el reivindicativo movimiento social con el papel de los actuales sindicatos de clase?
7. Junto a la reinserción de los guerrilleros hay que pensar seriamente en la reinserción de los soldados que durante años han luchado por su país.
8. El mayor problema lo tiene Santos en relación a las víctimas. Un sector de ellas apoya sin reservas su política. Otro lo asume con reparos, pero otro sector se opone radicalmente. No se ven entre criminales viviendo en la impunidad y los beneficios de la clase política.
Humberto de la Calle ha adelantado intenciones: «No habrá despeje» es decir no habrá una zona neutra donde pueda reubicarse la guerrilla; «no habrá cese de operaciones militares», Ejército y Policía continuarán sus acciones que pueden recrudecerse o amortiguarse durante el proceso según este avance, y «no habrá negociación tradicional», frase que puede interpretarse de muy diversas maneras. Por supuesto, deseamos que la negociación sea un éxito. Tomando una frase de Pastrana, resumiría: «Es mejor estén echando lengua que echando bala».
Publicado en "La Razón" el 25 de octubre de 2012
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