En una operación bien concadenada, entre el Consejo de Ministros del viernes 27 y el martes 31 de julio se relevaron los tres Jefes de Estado Mayor de los Ejércitos de Tierra, Aire y de la Armada y se reunió el Consejo de Defensa Nacional que presidido por S.M el Rey, aprobó la nueva Directiva de Defensa firmada por el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy.
Solo me referiré en esta reflexión al relevo de la cúpula de los Ejércitos y de la Armada, que se ha producido de forma natural, sin precipitaciones, sin caprichos ni amiguismos políticos. El ministro Morenés ha tenido tiempo para calibrar su decisión, buscando la eficiencia y el liderazgo por encima de toda consideración. Tuvo la honestidad de decirles en el acto del lunes tarde en la sede del Ministerio de Defensa: «Gracias por asumir el cargo en este momento». El mensaje no podía ser mas claro. El día siguiente, en los sobrios actos de los tres Cuarteles Generales, se dejó de protagonismos, avalando con su presencia el respaldo a los mandos a quienes había encomendado una misión difícil.
Queda la lucha entre lo posible y lo deseable. Lo citaron a su manera cada uno de los nuevos Jefes de Estado Mayor. Se asumieron los «sacrificios que sean necesarios», pero advirtieron sobre los peligros de las «pérdidas de capacidades». El tono general fue el de aceptar riesgos y dificultades que no son exclusivas de las Fuerzas Armadas, con una mirada fijada en la esperanza: «Hemos salido de situaciones peores»; «momentos de tormentas; sabremos responder».
Le queda ahora al Ministro recomponer los segundos niveles de la pirámide de mando. Tierra gana con el general Domínguez Buj un excelente Jefe de Operaciones procedente del Estado Mayor de la Defensa, pero éste queda desequilibrado. La experiencia nos enseñó que el Cuartel General de la calle Vitruvio no puede estar dirigido sólo por marinos y aviadores, cuando el mayor esfuerzo de proyección exterior lo realiza el Ejército de Tierra. Tampoco puede cargar éste, con el coste principal de la Unidad Militar de Emergencias (UME), cuando a la vez es el que ha asumido el sacrificio de suprimir 44 unidades y disminuir 22.000 puestos en plantilla. En tiempos de bonanza es fácil el espíritu conjunto; en tiempos de crisis pueden aflorar egoísmos que en nada benefician al necesario equilibrio de lo conjunto. Ciertas técnicas seguidas históricamente han consistido en situar «peones» en puestos clave cercanos a decisiones políticas y sobre todo económicas. Algún Cuartel General es maestro en este tema. Debe defenderse el Ministro Morenés de estos egoísmos, tanto en el fondo como en las formas. Personalmente le pediría además, que incrustase en esta pirámide a algún «loco optimista» como el que diseñó el alquiler con opción de compra del buque «Cantabria». Sus estrategas inmediatos –Terán y Fojón y su Director de Gabinete Pery, los tres marinos–, excelentes, sesudos y honestos profesionales, no tienen entre sus virtudes precisamente la del optimismo, algo que necesitamos en estos momentos de depresión. Y respecto al que aconsejó el alquiler del «Cantabria» a los australianos, valdría la pena llevarlo a un Consejo de Ministros para extender la fórmula al Poder Judicial, al Constitucional, al Senado, o a un montón de Autonomías, para ver si «alquilando con opciones de compra», aligerábamos estructuras políticas. La diferencia está en que el buque salido de los astilleros de Navantia es de muy buena calidad, lo que no se puede asegurar del resto de la oferta política. En su mano utiliza, Morenés, dos buenas herramientas: el respeto y la confianza en los valores. Respeta por convicción y porque conoce y quiere conocer. Ha sido más que discreto con su compromiso político y para nada ha utilizado a las Fuerzas Armadas para su proyección personal. No necesitaba el pasado martes ser perseguido por una ristra de cámaras y medios de comunicación coercitivamente convocados como antes: «Si no le sacas en portada, te pierdes el próximo viaje a Herat» o «antes de las seis quiero elegir la foto».
Pero sobre todo Morenés tiene confianza en los valores que enriquecen la Institución y en las personas que las componen. Se habló el martes en varias ocasiones –salientes y entrantes– de «la calidad profesional y humana de los hombres y mujeres que componen las Fuerzas Armadas». Fulgencio Coll citó «la gran calidad, lealtad y capacidad de sacrificio» de oficiales, suboficiales y soldados, incluyendo acertadamente junto a todos, al personal civil que trabaja con nosotros. Indiscutiblemente el soporte de la Institución se asienta sobre la calidad humana de sus componentes. Y quien sabe estimular esta forma de ser obtiene unas beneficiosas plusvalías. Lo posible se dijo con lealtad .No dejemos de trabajar y soñar en lo deseable.
Publicado en "La Razón" el 2 de agosto de 2012
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