El Sporting Mahonés se ha quedado por el camino en un triste desenlace que debía haberse evitado; el Alcázar tuvo que renunciar a la Liga EBA, el CB Jovent d'Alaior ha desaparecido del mapa balear por la triple renuncia de su primer equipo a las categorías que le correspondían en los dos últimos años; el CV Ciutadella hace encaje de bolillos para completar una temporada surrealista en un campeonato muy deslucido para el que ha tenido que recortar a la mitad, que se dice pronto, su presupuesto renunciando en la práctica a la competición europea y a la presencia de su segundo equipo en la Primera Nacional, entre otras medidas...
Es, en definitiva, el nuevo orden del que, circunstancialmente, en el ámbito insular solo se ha salvado el Menorca Bàsquet gracias a su condición de Sociedad Anónima Deportiva, y a que su proceso acogido al concurso de acreedores le ha permitido retrasar devoluciones y pagos con los que formar una plantilla que ofrece un baloncesto de nivel y compite con opciones de ascenso. La próxima temporada, no obstante, está por ver qué, cómo y dónde jugará.
Y es que esta novedosa coyuntura camina sin remisión hacia la autofinanciación, es decir, hacia el ajuste escrupuloso a la generación de los propios recursos porque la Administración ha dejado de ser ya el sponsor del deporte de élite tanto en el archipiélago como en otros muchos puntos de la geografía nacional.
La reducción drástica de subvenciones, que en parte ha sorprendido a las entidades de la Isla esta campaña, será todavía más acusada en el próximo ejercicio. Y entonces ya no habrá capacidad de asombro ni lamentos. Ha sido tanto el despilfarro, la corrupción y tan innecesarias las obras faraónicas que se han hecho en España que ni hay ni habrá dinero público para surtir al deporte profesional o compensado. Queramos o no, es el nuevo orden.
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