Roselló atesora una inmensa colección de    material sobre vida subacuática, con cerca de 50.000 imágenes y 30.000 vídeos.  | Joan Roselló

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Nacido en Fornells, el mar lo es prácticamente «todo» para Joan Roselló. Un medio al que estado ligado toda su vida y del que sigue disfrutando plenamente a sus 72 años. Tras unos inicios como submarinista en su juventud y especializarse después en el mundo de la fotografía marítima, desde hace unos años se dedica en cuerpo y alma a captar la vida bajo el agua.

Una actividad que le ha servido par dar forma a su particular tesoro, una colección que sobrepasa las 50.000 fotografías (contando solo las que considera buenas) y ronda los 30.000 vídeos. Un material que siempre está dispuesto a compartir, tal y como hará esta tarde en el Centre de Convencions des Mercadal (19.30 horas) con una charla exposición que lleva por título «Les coves del nord».

Encuentros con un tono didáctico que ya ha celebrado en otras ocasiones y que próximamente repetirá en Fornells. Roselló está encantando con esa faceta divulgativa, tanto con el público adulto como con los más pequeños en los colegios. «Es algo con lo que disfruto mucho», confiesa el submarinista, quien entre otras cosas pretende que «se conozca un poco más el fondo del mar» con la esperanza de que se respete más en el futuro.

Los asistentes a la cita de hoy podrán disfrutar de la proyección de un vídeo de una hora de duración y que principalmente estará centrado en las cuevas submarinas de la costa norte. Había seleccionado unas 30, pero finalmente mostrará tan solo diez, y no de todas ellas dará la ubicación.Reconoce que se trata de una actitud que puede parecer egoísta, pero explica que en el fondo lo que pretende es  preservar esos espacios.

La proyección, en la que también enseñará diferentes especies marinas, supone un paseo por una zona del litoral que gracias a ser una Reserva Marina «se ha convertido en una maravilla», asegura alguien que conoce como la palma de su mano los fondos marinos de la Isla, en los que se sumerge habitualmente entre mayo y octubre.

Un mar de desconexión

El resto del año, en sus viajes, aprovecha para bucear en otros mares. En breve pondrá rumbo a Sri Lanka y en noviembre se sumergió en el Mar Rojo. «Cuando entro en el agua desconecto del mundo, a veces me parece como si hablara con los peces y todo», confiesa Roselló, quien durante una etapa de su vida también trabajó en el aeropuerto, «donde me sentía como un pájaro encerrado», diseñando planes de vuelo.

El mar es su medio y reconoce que seguirá haciendo inmersiones «mientras el cuerpo aguante», con sus cámaras y focos a cuestas porque «si no me parece como si fuera desnudo». Una actividad que prefiere hacer en solitario, pero para la que cada vez más cuenta con compañía, en ocasiones la de su nieta de 13 años, que parece seguirle los pasos.

Tantos años moviéndose por aguas menorquinas le han permitido a Roselló tener una buena perspectiva de los cambios que se están produciendo.Uno de los más llamativos, la presencia de algunas especies invasoras, como la vieja, un pez tropical que ha llegado desde Canarias y del que además de ejemplares adultos ha detectado crías.

Hechos que están relacionados con un cambio climático del que el submarinista también está siendo testigo. «Llevo años controlando la temperatura del agua y desde hace dos o tres ha subido mucho. Si antes rondaba los 29 ahora en verano llegamos a los 31, y eso en el mar es mucho», concluye.