Conversar con David Ruiz supone una experiencia extraordinaria. En el sentido etimológico del término. Ruiz tiene 64 años, una empresa de diseño y publicidad y el gran logro de haber dado la vuelta al mundo en su velero «Thor» en solitario. Con el ruido del mar de fondo, comparte su historia desde la playa de Son Saura y deja su testimonio en su libro «Irse», del que va a estar hablando este jueves en el Club Marítimo de Mahón.
Lecciones de la travesía
El aventurero es padre de dos hijos y se califica a sí mismo como inquieto y creativo. «¿No podemos aplicar la creatividad a la vida?», se interroga. Al tiempo que deja a un lado sus pensamientos sobre el trabajo para empezar a tejer el relato de un viaje que para él ha sido «toda una vida».
Cuatro años de navegación alrededor del globo han regalado a David numerosas enseñanzas. Entre ellas se encuentra la toma de conciencia de uno mismo. «Los que vivimos en grandes urbes y estamos abocados al trabajo no somos capaces de dar valor al momento en el que estamos. Pasamos por la vida casi de puntillas», relata. Insiste también en la necesidad de la adversidad para crecer: «Cuando se nos complican las cosas es cuando evolucionamos».
Tras esta experiencia tan renovadora, para el navegante el agua salada es sinónimo de libertad. Con su descripción, Ruiz dibuja un escenario en el que se estremece frente a la incertidumbre del horizonte y se despreocupa de lo que deja a sus espaldas, la rutina.
Para David, «el cambio de escenario constante te cambia la percepción de la existencia». Tiene muy claro que el mar es un lugar hostil en el que siempre se debe estar alerta y observar lo que ocurre fuera de uno mismo. «Entras en una dinámica de apreciar cosas que nunca habías apreciado. De repente te das cuenta de que cada ola es distinta y de que hay muchísima vida en el mar. Pero eso no te ocurre el primer día, sino cuando ya llevas tiempo navegando y cambias de dimensión», relata.
En esta nueva percepción del mundo que adopta Ruiz se encuentra un cambio en su visión del medio ambiente. «Antes del viaje pensaba que la naturaleza era algo ajeno a mí. Ahora, en cambio, tengo muy claro que nosotros somos naturaleza. En la medida en la que contaminemos el planeta nos estamos contaminando también a nosotros», expresa con decepción. Según el aventurero, parte de la falta de compromiso con la crisis climática se debe a la ausencia de contacto con la naturaleza.
Durante su circunnavegación al mundo, David ha tenido la oportunidad de visitar y conocer diversas culturas, países y puertos. Sin embargo, es contundente cuando se reafirma como mediterráneo: «Con esta travesía, corría el riesgo de encontrar un estilo de vida o lugar en el mundo mejor que el Mediterráneo, pero no lo he encontrado. Me fascina el clima, la cultura y la comida de aquí».
En cuanto a la hospitalidad de los puertos en los que ha fondeado, Ruiz traza una línea que separa el trato amable y directo de aquellos países donde el turismo apenas llega, como el de las islas Marquesas, y otros lugares como Bora Bora, donde «te ven con el símbolo del dinero» y donde «el tamaño de su sonrisa depende del tamaño de tu cuenta corriente». Sobre el puerto de Maó, que ha visitado varias veces, confiesa que «es de una singularidad incomparable».
A David no le gusta dar consejos, pero si tuviese que hacer alguna advertencia a alguien que quisiese aventurarse en su mismo periplo, diría que «se requiere una gran preparación mental». Así, continúa explicando seriamente:«Es necesario asumir todas las responsabilidades que implica un viaje de esta magnitud. Tienes que tener una lista de todas las cosas que pueden salir mal, y si aun sabiendo que pueden ocurrir quieres hacerlo, adelante. Cuando aceptas todo eres libre y solo queda el disfrute».
Todavía con el ruido de la vida marina de fondo, el navegante explica cómo hace dos años tomó la decisión de recoger sus memorias de viaje en su libro titulado «Irse», del que va a estar hablando este miércoles en un coloquio organizado por el Ateneu de Maó en el Club Marítimo de la ciudad a las 19.30 horas. «El concepto del libro es irse, ya que no solo es hacer la vuelta al mundo en solitario, sino que es irse para volver cuatro años más tarde y empezar de cero», concluye.
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