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Son las 4 de la madrugada y la noche pasa lentamente en las oscuras carreteras nevadas de la Transcarpatia Ucraniana. Tenues luces iluminan los pueblos que vamos atravesando desde que salimos de Beregovo, cerca de la frontera con Hungría. La cadencia rítmica del limpiaparabrisas me hipnotiza y las luces de la furgoneta se pierden en los copos de nieve. Por mi cabeza pasa todo lo que ha ocurrido desde mi salida del puerto de Ciutadella en Menorca hace ya tres días. Con un poco de suerte, llegaremos mañana hacia el mediodía a Odesa, me digo. Ese pensamiento me da fuerzas para continuar con el esfuerzo. El objetivo es claro en mi mente: llegar al centro humanitario de Odesa con el cargamento de leche en polvo para bebés, que bote a bote, las personas solidarias de la Isla han depositado en los puntos de recogida. Además tengo que cumplir mi palabra; llevar en persona los botes de leche antes de Navidad como prometí hace unos meses a las responsables del centro humanitario de Odesa. Y las palabras se cumplen; eso lo aprendí hace muchos años de mi abuelo que me enseñó que una de las cosas más valiosas que los humanos podemos hacer, es cumplir con la palabra dada.

Pero regresemos al principio. Salí de Menorca con 737 kg de leche en polvo y productos infantiles varios en la furgoneta nueva que me cedió desinteresadamente Mascaró Morera y que tengo que cuidar    para regresar con ella sin ningún percance. Aprovecho el trayecto en barco para descansar ya que pienso conducir toda la noche. Ya en Barcelona, recojo una compañera periodista de Madrid que finalmente se apunta a vivir la experiencia de ese viaje hasta Ucrania con finalidad humanitaria. Y rodamos, rodamos y rodamos. Primero hasta Port Bou, después Francia, Mónaco, Italia, Eslovenia, Hungría. Tres días, muchos kilómetros y descansos intermedios para recuperar las fuerzas.

Descargando el envío

Y finalmente aquí estamos. Después de descansar en Vinnytsia, ciudad que en los años 30 y principios de los 40, fue escenario de masacres, primero durante las purgas de Yosef Stalin y después durante el Holocausto en Ucrania y la ocupación nazi. A lo largo de la carretera, en los cementerios, banderas ucranianas ondean sobre las tumbas de los soldados fallecidos en la guerra actual.    Desde aquí ya solo nos faltan unas    horas para llegar a Odesa.

Nos hicieron falta más de cuatro días para llegar a nuestro destino.

Cuando llegamos al centro humanitario Gostinna Hata (La tienda hospitalaria en ucraniano) en Odesa, todo fue alegría, emoción y hasta alguna que otra lágrima.

Cementerio de Odesa

A sus responsables les costaba creer que hubiera conducido el furgón desde tan lejos, incluso cruzando el mar, ya que nadie lo había hecho antes. Además, con leche en polvo infantil que es muy preciada y escasa para el invierno. Me comenta con alegría Diana Herenova, responsable del centro, que un rato antes había estado hablando por teléfono con un matrimonio cuyos dos miembros están luchando en el frente y no podían comprar    leche para su bebé, que quedó al cargo de una institución en Odesa.    Les iba a dar la buena noticia de nuestra llegada.

En esa misma institución, cuya ubicación no se puede desvelar, están albergados bebés recuperados de Rusia, también huérfanos de guerra y además, como decía antes, bebés cuyos padres y madres están luchando en el frente.

Amina y su perrita Tosha viven en la calle
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Me digo a mi mismo que ha valido la pena todo el esfuerzo realizado para llevar a buen puerto los productos recogidos en la campaña organizada en Menorca.

Al poco rato ya estaban los voluntarios del centro humanitario (todos, refugiados de ciudades y pueblos del frente), organizando y ordenando los botes de leche por fecha de caducidad, para no desperdiciar ni uno solo.

Esa misma tarde fuimos recibidos en la facultad de económicas donde había una entrega de diplomas a nuevos titulados y allí ante mi sorpresa, fui felicitado personalmente por el rector de la universidad, el señor Anatoliy Kovalyov, por «la generosidad de los menorquines y por la solidaridad demostrada».

Esa tarde mi compañera periodista y yo, delante de una cerveza ucraniana, en una Odesa alegre y viva, pese a la guerra y los recurrentes bombardeos de drones (vivimos varios los tres días siguientes, pasados en la ciudad), celebramos el éxito de la operación «botes de leche», que podía parecer en principio una locura pero que es ya, para siempre, una realidad.

Después de tres días de descanso, al amanecer del cuarto, arrancamos de Odesa para recorrer a la inversa, el camino de vuelta ya con mucho menos peso en la furgoneta, pero el cuerpo lleno de alegría y felicidad por el resultado obtenido.

Quiero terminar agradeciendo a todas las personas que quisieron y participaron en la campaña, comprando y aportando sus botes de leche en polvo, a Mascaró Morera por su ayuda imprescindible y su confianza en mí, a Cofarme y las farmacias de Menorca por la logística, al ayuntamiento de Maó y el de Sant Lluís por su colaboración. El éxito de la campaña es de todos ustedes. Gracias.

Acabo ya, recordando un viejo refrán que dice: «Más hace el que quiere que el que puede».

Feliz año 2024.