Los coches de la caravana se exhibieron en cada uno de los municipios. | Josep Bagur Gomila

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Comenta uno de los organizadores de los actos de la Semana Europea de la Movilidad en la Isla que cuando se eliminaron a los caballos como 'motor' de los primeros coches, hace aproximadamente 130 años, ya nació el primer coche eléctrico, un invento del hombre de negocios escocés Robert Davidson. Su vida fue corta tras la entrada en juego del motor de combustión, pero ahora, casi un siglo y medio después, el sector de la automoción apunta a una vuelta a los orígenes.

La implantación del coche eléctrico, pese a sus virtudes y algún que otro defecto, está llevando más tiempo de lo que algunos vaticinaban. Incluso en espacios como Menorca, un lugar perfecto para su uso según apuntan diferentes voces, sigue costando cambiar el chip.

Su condición de Reserva de la Biosfera no es si no otro punto a favor para apostar por la movilidad sostenible, explica Jacob Peral, representante de una empresa especializada en ese sector que lleva trabajando con el Consell insular desde hace casi un año. «Queremos ser un acelerador de ese proceso de adaptación», confiesa.

Con el propósito de acercar esta nueva tecnología a los menorquines, ayer organizaron un rally ecológico que partió de Ciutadella para pasarse posteriormente por todos los municipios de la Isla.

Una oportunidad de oro para «vender» las ventajas ecológicas de los motores eléctricos, y también el ahorro que suponen. «La realidad es que cuantos más kilómetros haces, más económico resulta», sostiene Peral, quien no obstante reconoce que en Menorca solo hay dos puntos de carga autorizados, uno en Maó y otro en Ciutadella.

Sin embargo, la tecnología permite reponer baterías en casa. «Con siete kilovatios de potencia en tres o cuatro horas se llega a cargar el 80 por ciento de una batería para un coche eléctrico», explica.

La autonomía sigue siendo otro de los puntos flacos y las marcas siguen trabajando para buscar la mejor solución. Lo normal es poder hacer unos 200 kilómetros, pero algunos coches ya alcanzan los 400. Por el resto, son vehículos prácticamente iguales a los de gasolina, «pero más fáciles de mantener; prácticamente no hay aceites, engranajes, filtros», añade Peral.