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Absténgase aquél de delicado estómago. El jueves me pasé el día reportajenado por Ciutadella, uniéndome a la causa del Valeriano Allés y preguntándole a la gente qué le parecía el hito histórico, que estoy convencido, lograrán esta noche. Como las mañanas me las suelo pasar pegado al ordenador, al teléfono, o en algunos casos a las dos cosas a la vez cuando me monto una orgía teleinformática, no soy consciente de hasta qué punto ha llegado el verano. Pues bien, definitivamente ya está aquí, o por lo menos en el Ponent de la isla.

Que sepas, amigo lector, que vuelve el destape y los tonos blanco leche, rosita-fuxia insolación total aderezado con el azul de tatuajes horrendos, en muchas ocasiones mal dibujados, y que son horteras. Vuelve el guiri tipo. En mi paseo me topé con una enorme y peluda barriga desprovista de cualquier tipo de camiseta y de donde sobresalían dos cosas. Una era un simpático ombligo que salía de su cueva supongo que desahuciado por el exceso de hamburguesas y patatas fritas ingeridas por el usuario y otra, una persona pegada el enorme bulto. El protagonista, a mitad de camino entre Bradd Pitt, por el blanco de los ojos, y Jabba el Hut, el malo de la Guerra de las Galaxias, por el tamaño de la panza, lucía el clásico bronceado rojo pasión que se suele justificar por quedarse anestesiado en la playa por culpa de beberse uno o dos paquetes de cervezas al sol. El rojo que todos, a una tierna edad y fruto de la más infantil de las inconsciencias, hemos sufrido al olvidarnos de la protección solar.

El colega paseaba tan campante, fumándose los cigarrillos de dos en dos, por el centro histórico de Ciutadella, atento a todo lo que quiera que llame la atención de su inmensa alma. El menú de ensalada, paella y sangría a 12 euros, por ejemplo. La imagen en si me asustó mucho, pero cuando descubrí que en el hombro lucía un corazón con la palabra 'Mom' escrita dentro (supongo que todavía seguirá significando 'mamá'), me horroricé al pensar que el pobre señor, que exhibía una mala educación a cada paso que invitaba a ponerle un bozal y empaquetarlo de vuelta al United Kingdom, se había comido a su madre en un claro gesto de amor, de ahí el tamaño de la barriga en cuestión y el corazoncito que resplandecía entre una mezcla de sudor y after sun realmente desagradable. Pero, a falta del buen turista, es de lo que vivimos.

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dgelabertpetrus@gmail.com