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Raquel Marqués
Maó

Ficha

El escritor Manuel de Lope (Burgos, 1949) ha pasado al menos la mitad de su vida en el extranjero, desde donde comenzó a escribir su primera novela "Albertina en el país de los garamantes" (1978), publicada de la mano del conocido editor Carlos Barral. A ésta le seguirán títulos como "El otoño del siglo" (1981),"Jardines de África" (1992), "Bella en las tinieblas" (1997), "El libro de piel de tiburón" (1997), "Las perlas peregrinas (1998. Premio Primavera de Novela), "La sangre ajena" (2000) o su ambiciosa doble entrega "Iberia. La puerta iluminada" (2004) e "Iberia. La imagen múltiple" (2005). Recientemente ha publicado "Otras islas" (RBA). El pasado viernes dio el pistoletazo de salida al ciclo "El oficio de escribir" en el Ateneu de Maó, que en próximas entregas contará con la presencia de los escritores Ponç Pons, Cristina Fernández Cubas (Premio Salambó) o Mercedes Abad.

¿Escribir es su obsesión?
La escritura es una actividad obsesiva, pero yo no soy de carácter obsesivo, aunque si no estás obsesionado con una novela no la terminas.

Y la escritura ¿le puede obsesionar tanto que ya no se imagina haciendo otra cosa que no sea escribir?
La escritura ha formado mi personalidad profunda. No es que desease ser escritor pero la verdad es que ahora no me imagino de otro modo que siendo escritor.

¿Cómo saborea hoy su primer contacto profesional con las letras?
Fue una sorpresa. Mi primera novela se la envié por correo a un editor muy conocido entonces, Carlos Barral, que tardó en responderme, y cuando lo hizo y me dijo que la iba a publicar yo ya casi lo había olvidado. Así fue cómo empecé una actividad profesional que no sabía que iba a tener tanta importancia en mi vida. De hecho le he dedicado mi última novela -"Otras islas" (RBA)- a él como mi primer editor y gran amigo mío hasta su muerte, y a mi agente literaria Carmen Balcells.

En estos tiempos tan tecnológicos que vivimos ¿cómo repercute el exceso de información en el escritor?
Creo que estos tiempos no son más tecnológicos que cuando, por ejemplo, se inventó la tecnología del vapor a principios del siglo XIX. Son saltos tecnológicos que se han producido en la historia del hombre cada 200 años. En nuestra generación ha sido más importante la información visual. La entrada del cine y de la televisión es lo que nos separa de la generación de principios de siglo. Todas las tecnologías repercuten en la conducta humana y por tanto en la conducta de los intelectuales, pero repercuten en tanto que herramienta. Mientras que la entrada del mundo visual en nuestra cultura ya no es una herramienta, es un dato objetivo de la realidad. Hoy todo el mundo posee televisión en casa y tenemos una cultura visual que se reproduce todas las noches.

De su vida sobresale que estuvo muchos años en el exilio.
Bueno, yo no lo llamaría exilio. Exilio es una palabra muy importante...

¿Cómo lo llamaría entonces?
Fue exilio durante los años de Franco. Yo me fui en el año 69 y Franco murió en el 75, yo más bien le llamaría expatriación, porque éstos fueron seis años pero mi vida se hizo fuera de España durante veinte años más. He sido más bien un exiliado de finales del franquismo.

Es decir, que ha pasado la mitad de su vida fuera.
Me fui con 20 años y regresé con 45, algo más de la mitad de mi vida.

¿Cómo se ve el propio país desde el extranjero?
El síndrome de los expatriados lo conocen todos los emigrantes, se ve desde las canciones hasta la cocina. Se canta "Asturias patria querida..." y cosas así. Es cierto que desde fuera se idealiza el país, se tiende a pensar que uno se ha dejado atrás lo mejor. Y el retorno siempre es un contacto con una realidad distinta a la que uno había proyectado. Por otro lado, lo que la persona expatriada ha vivido es distinto de lo que han vivido sus compatriotas y eso conlleva un desfase de actitudes y comportamientos. En mi caso no viví la Transición española, que fueron unos años muy importantes, yo la viví por los periódicos y en la distancia, para cualquier persona de mi generación la Transición fue un acontecimiento mayor. Tampoco viví el 23-F en Madrid, y ese tipo de vivencias marcan una biografía mientras que la mía está marcada de otra manera...

Viviría otro tipo de experiencias en esos otros países.
Sí, naturalmente. No me arrepiento. En mi vida tengo un sentimiento de plenitud, no de que me falte nada. Cualquier persona expatriada, por las razones que sean, en primer lugar idealiza lo que ha dejado atrás y, segundo, vive unas experiencias que sus compatriotas no viven y viceversa.

¿Hay algo de lo que se jacte el español que a usted desde la distancia le resultara ridículo?
El concepto de español también está muy idealizado. Enseguida estamos en la España de los tópicos, las panderetas y del "Sonría, por favor...", y hay que huir de eso. Desde fuera se ve que los españoles tenemos tendencia a ser un poco arrogantes, no comprendemos muy bien que somos un país mediano y que muchos de nuestros grandes artistas se hicieron en el extranjero, que somos un país de exiliados, un país que se ha hecho fuera. Creemos que nuestras cocina y nuestra tierra es la mejor y lo mismo sucede entre las propias regiones españolas.

¿Constató todo ello en sus dos volúmenes de "Iberia"?
No, "Iberia" ha sido una obra que me llevó mucho trabajo, 5 años de viajar por España. No es un libro de viajes como lo han calificado, sino una extensa descripción de España. Me di cuenta de que en esos 25 años de vivir fuera conocía mal la geografía de mi país, es decir su realidad. Pero no pretende ser una valoración del carácter español, ni España como el hijo histórico ni estas cosas de la Generación del 98. Es una descripción de España tal y como se la ve, de su geografía, de sus restos históricos, la historia en el paisaje y en los monumentos. Para ello hablé con mucha gente, creo que la cultura del buen viajero es hablar con desconocidos, y he transmitido buena parte de todas esas conversaciones.

¿Qué le impactó en todo ese proceso de documentación y de viaje?
El concepto global con el que me quedé al concluirla fue un poso grande de melancolía porque habían terminado mis cinco años de viaje por España. Fue un periodo de mi vida muy grato. Por resaltar sus diferencias, España es un país muy distinto en su articulación histórica y más importante sin duda son las comarcas que las regiones políticas. El sentimiento dominante al ver publicado los dos volúmenes fue la melancolía por culminar una obra que para mi fue muy importante.

¿Cómo debería de ser la relación entre escritor y editor y cuál es la realidad de la misma?
No me atrevo a dar lecciones sobre cómo debería ser. En mi caso cuando termino un libro se lo entrego a mi agente literaria que es la que se lo ofrece al editor. Luego se hace un contrato del que yo soy el último en enterarme, no participo para nada en la negociación porque yo soy escritor y no soy otra cosa. En la vida he conocido editores como fue Carlos Barral con el que trabé una amistad muy grande y le tengo bastante añoranza y cariño, y otros editores que he conocido menos porque quizá la relación se haya hecho más distante que cuando yo empecé.

¿Más impersonal?
Sí, más tecnócrata, son grandes grupos, pero a veces hay sorpresas como, por ejemplo, la de una editora en Nueva York con la que tengo una estrecha relación personal y que he conocido hace relativamente poco, o con otro en Francia, pero eso son casos concretos que dependen de un cierto feeling con la persona. En general la tendencia desde cuando empecé a hoy es que la relación escritor editor se ha impersonalizado y esto es tanto para bien como para mal. Es positivo en cuanto a guardar una distancia con respecto al producto, como dicen ellos, pero echo de menos el contacto personal de mis primeros años.

Esa laguna de contacto directo con el escritor ¿no tiene un riesgo de publicar obras de baja calidad?, creo que los propios lectores lo comprobamos...
Ese contacto personal aclararía muchas cosas para los dos, escritor y editor. En mi caso doy mucha importancia a mi agente literario que es quien trata directamente con mis editores. A lo largo de mi vida me he encontrado editores generalmente buenos. La industria editorial española es de un nivel muy alto y cuenta con gente profesionalmente muy eficaz. Que la relación se haya hecho más impersonal quizá venga dado por el curso mismo de la vida.

Y al otro lado de esa potente industria editorial de la que habla ¿qué opinión le merece el lector?
Los lectores son un falso colectivo, hay muchas clases de lectores, es una clasificación muy engañosa. Uno lee para divertirse, para aprender y en parte para ambas cosas a la vez. Pero los lectores son muy distintos, no a todo el mundo le interesan las mismas cosas. Por ejemplo, yo soy un gran lector de Proust y hay gente que no pasa de la segunda página porque le aburre.

Pero ¿aquí se lee o no se lee?
En España sí, y sobre todo se lee mucho más que cuando yo era joven. Las tiradas de los libros hoy, sin ser astronómicas, son importantes. Si no se leyera no habría la industria editorial, que hay. Está claro que Alemania o Francia genera mucho más que en España, pero no es un país analfabeto para nada. Otra cosa es lo que se lee, pero ahí no me voy a meter porque cada lector encuentra su libro, lo mismo que cada autor encontramos a nuestros lectores, por ejemplo los míos no son los mismos que los de Corín Tellado. Pasa lo mismo con el cine, no todo el mundo va a ver las mismas películas, yo no me puedo tragar ciertas películas que son éxito de taquilla.

¿Teme por la desaparición "famosa" del papel y que proliferen los sofisticados lectores de libros digitales?
No lo temo, y no porque no pueda suceder pues no soy profeta, sino porque es algo de evolución muy lenta. Se puede comparar con el paso del papiro al papel pasta -pasando por el pergamino-, es un proceso en el tiempo que implicó una transformación importantísima pero conviven ambos soportes durante 200 ó 300 años, son transformaciones muy lentas. Probablemente se imponga el soporte digital pero antes coexistirán durante mucho tiempo, aunque no creo que esa transformación culmine por lo menos más allá de dos o tres generaciones. Más me preocupan los derechos de autor, eso sí. Los derechos de autor, como muchas otras cosas, fueron un avance de la Revolución Francesa y ahora las grandes industrias tecnológicas los ponen en tela de juicio, no por historias de "Cultura para todos", sino por los intereses de los grandes distribuidores, de Google, de las compañías que quieren tenerlo gratis, y entonces regresamos al Renacimiento cuando el autor no tenía ningún derecho sobre su texto.

¿Para qué sirven los premios literarios?
Pues para vender libros, cuando una editorial quiere vender una o dos publicaciones por encima de la media. En cuanto a la calidad intrínseca del premio, habría que ir caso por caso.

¿Uno escribe siempre pensando en el libro que a él le gustaría leer o, precisamente, hay que evitar eso?
Cuando tengo una novela en marcha suelo leer cosas que son muy ajenas a lo que estoy escribiendo. Lo que leo no tiene relación directa con lo que escribo. Leyendo se aprende mucho, sobre todo en la primera juventud. Hay una formación espiritual que viene con las lecturas y con la experiencia de la vida. Mientras he estado escribiendo mi última novela, "Otras islas", he estado leyendo otro tipo de obras. Cuando escribo una novela ésta tiene su propia dinámica y fuerza interior.

¿Y a la hora de construir la narrativa?
No hay que tener miedo. Con la experiencia se aprende a detectar lo que no está bien, y con el tiempo se tacha y se rompe muy poco. A la hora de escribir una novela lo más importante es tener la necesidad interna de contarla. Luego hay que encontrar el tono, es decir, quién va hablar, y todo ello se va hallando a medida que vas escribiendo. A escribir se aprende escribiendo pero antes de ser escritor hay que ser lector. Es necesaria una amplia cultura y sobre todo vivir muchas cosas, tener los ojos bien abiertos y los oídos para ver cómo habla la gente.

Cuando se llevan tantos años escribiendo, ¿uno se reconoce en su primera novela?
Las experiencias marcan etapas en la vida de uno. No soy el mismo que cuando publiqué mi primera novela con 28 años, ahora veo a aquel joven como siendo yo mismo pero ya no tengo acceso a él. Él me habla pero yo no puedo hablarle a él. Sin embargo, en relación a las novelas es curioso porque recuerdo páginas concretas y sobre todo la situación en qué las escribí, y eso me pasa con cada una de mis obras. Concretamente la primera, "Albertina en el país de los garamantes", recuerdo muy bien el tiempo en el que la escribí, la llevo dentro pero la veo con distancia como el muchacho que yo era. Una novela, en el momento en que se termina, es como un barco que se aleja del muelle. Una vez publicada, se va alejando del autor que está en la orilla del puerto diciéndole adiós.

En su última novela "Otras islas" (RBA) habla de la corrupción.
Sí. "Otras islas" tiene cuatro grandes temas que se corresponden con cuatro capítulos: la tierra, el amor, el dinero y la muerte. Y en el caso del dinero aparece bajo la forma de la corrupción con la que desarrollo la trama principal.

Con "Otras islas" ¿se refiere a un estado?
No, las islas tienen que ver con los personajes que no comunican entre ellos, son independientes y rara vez coinciden en un espacio determinado y en ese sentido las otras islas habla de que estamos muy separados los unos de los otros, son personajes que tienen poco en común salvo haberse encontrado en mi novela.

El oficio de escritor ¿es para solitarios?
Depende del carácter de cada uno. Me pasa lo mismo que con la obsesión. Yo hago una diferencia entre escritor y escritura. El escritor puede ser sociable o huraño, y la escritura en sí es solitaria, independientemente de cómo sea el escritor. En mi caso, nadie sospecharía visto desde fuera que soy escritor, sin embargo yo no me concibo de otra manera. La vida civil es una cosa y la vida de monje que lleva el escritor de puertas adentro es otra. Cuando uno está escribiendo una novela el escritor es una verdadera esponja, no pierde detalle porque el escritor va dentro siempre.

¿Usted es de los que llevan a cuestas el cuaderno de notas?
Sí. "Iberia" fue una obra de cuadernos llenos de anotaciones. En general soy persona de anotar frases concretas y lo mismo en la mesilla de noche siempre tengo un papel y un lápiz a mano para encender la luz en cualquier momento y apuntar. Como decía Picasso, la inspiración siempre te tiene que pillar trabajando.