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Raquel Marqués Díez

"Hasta las bacterias funcionan por consenso, o no funcionan". No lo digo yo, lo dice Eduard Punset. El divulgador científico catalán me hipnotiza hasta el punto de que si un cataclismo me obligara a quedarme a solas con él sobre la faz de la Tierra, sería la discípula más feliz de este mundo. Podría venir un maremoto, dejarme sin móvil, pc, libros y cámara de fotos que estando a su lado sus sabias palabras me bastarían como sustento. Punset es mi gurú de cabecera porque me transmite la paz de ver cómo todas las piezas del puzzle encajan en esto que llaman vida.

Hace unos meses que me acompaña en el desayuno. Virtualmente, se entiende. Devoro misKellogg'schocolateados con leche a la par que veo cada entrega que cuelga de la web de "Redes". Este genio con semblante de científico despistado tiene una capacidad innata para la comunicación. Reflexiones del estilo: "Hace muchos años, los delfines vivían en la tierra y en una época de crisis volvieron al mar. Así que si cualquiera de ustedes tiene la necesidad de cambiar de trabajo o de hemisferio, ya saben a dónde ir...", son una inyección gratuita de energía.

Con Punset podemos ser conscientes de por qué no se cae la Luna o de que desaprender la mayor parte de las cosas que nos han enseñado es más importante que aprender. Hoy abrir la mente es tan difícil como intentar despegar un chicle de un jersey de lana. Pese a la magnitud de la ciencia, ya no reparamos en ella pues vivimos embobados en nuestra particular "Iniciativa Dharma", empecinados por ser hombres y mujeres de provecho en un mañana que ni existe.