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Lluís Vergés
Maó
Lejos de los personajes mundanos que se consideran ciudadanos del mundo por su tren de vida internacional y que dejan de preocuparse de su semejantes, Kwame Anthony Appiah defiende un modelo de cosmopolitismo cuyos dos principios fundamentales son que nuestras obligaciones se extienden más allá de las personas que nos rodean y que las personas podemos aprender mucho de nuestras diferencias. Appiah ha tratado de esta cuestión en su ensayo 'Cosmopolitismo' y en un libro de sólo 80 páginas, 'Mi cosmopolitismo' que recoge una conferencia en el Centro de Cultura Contemporánea en Barcelona el año pasado que se complementa con una entrevista de Daniel Gamper.
Estos dos libros nos ilustran de que el concepto de cosmopolitismo tiene una larga historia. La primera figura de quien sabemos que dijo ser un ciudadano del mundo -kosmou polites en griego- fue el filósofo Diógenes, fundador del movimiento filosófico conocido como 'cinismo' en el siglo IV antes de Cristo. En sus orígenes, el discurso del cosmopolitismo indicaba el rechazo de la noción convencional según la cual toda persona civilizada pertenece a una comunidad entre comunidades. No era, según el autor, una defensa de un gobierno mundial único.

Este credo fue adoptado y elaborado por los estoicos a partir del siglo III a.C., hacia una idea de apertura hacia los extranjeros, lo que adquirió una gran importancia durante la historia intelectual del término. Porque el estoicismo de los romanos -Cicerón, Séneca, Epicteto y el emperador Marco Aurelio- resultó apropiado para muchos intelectuales cristianos, una vez que el cristianismo pasó a ser la religión del Imperio Romano. San Pablo, Kant y Voltaire contribuyeron también al concepto de la ciudadanía mundial.
Partiendo del principio, de que un mundo en el que las comunidades se mantienen escindidas unas de otras ya no parece constituir una opción seria, Appiah expone en su libro sus propuestas para desarrollar un espíritu cosmopolita.

Hijo de un padre ghanés y una madre inglesa, el autor pasó su infancia en Kumasi, Ghana, y recibió su educación como interno en Bryanston School y luego, en Clare College, en Cambridge donde obtuvo el doctorado en Filosofía. Appiah nos habla en sus libros de algunas de sus experiencias personales derivadas de su pertenencia a dos culturas tan diferentes como la africana y la británica.

Al hablarnos de los tabús de la cultura de sus antepasados africanos nos hace ver que en nuestra cultura también existen prohibiciones arbitrarias. Insiste también en el hecho de que nuestras creencias nos vienen dadas por nuestro contexto.

"Si el lector hubiera crecido con las creencias de mis parientes -afirma Appia- y hubiera tenido las experiencias de mis parientes, también habría creído en la brujería". Dice también que quienes tenemos la ventaja de haber recibido una educación científica no es que seamos individualmente más razonables sino que hemos recibido mejores materiales para reflexionar sobre el mundo.

El filósofo nos recuerda que la tolerancia con los otros tiene límites y asegura con argumentos que, al revés de lo que dice el estereotipo, la globalización no vuelve el mundo más homogéneo porque la gente inventa constantemente nuevas formas de diferencia.

Estos dos libros son una buena invitación a la reflexión y al diálogo con los diferentes.

Cosmopolitismo
autor: Kwame Anthony Appiah
género: Ensayo
editorial: Katz
edición: Buenos Aires, 2007
Traducción: Lilia Mosconi
páginas: 242
precio: 18.50 euros