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José Julio Tornel Marín
profesor de Música
Colegio Español de Rabat

"He encontrado el autor que me hace dar lo mejor de mí como intérprete? Desde entonces, mis grandes éxitos van inseparablemente unidos al nombre ilustre y querido de Isaac Albéniz"
Arthur Rubinstein, pianista

En épocas como ésta, de horizontes desdibujados y olvidos ilegítimos, creo que merece la pena detenerse en hechos como la conmemoración del centenario de uno de los españoles más universales de nuestra historia: Isaac Albéniz. Individuo que no nos dejaría indiferentes ni siquiera en nuestros tiempos, de espíritu crítico y desconcertante por diversos motivos, ya en aquellos tiempos anunciaba sin pudor que España vivía en una ignorancia petulante. Paradójicamente, a pesar de sus duras críticas, en cuanto uno se adentra en su música queda sorprendido por la patente devoción que sentía por su país. Este contradictorio personaje hubo de vivir el regeneracionismo, donde todos los artistas de la época sentían la necesidad de cambiar España, incluso el mundo, utilizando el arte como única arma. Nos encontramos en pleno apogeo del nacionalismo.

Este año 2009 conmemora el centenario de su muerte. El objetivo de este artículo no es sólo rendir homenaje a una de las figuras más emblemáticas de la música española, sino, además, intentar acercar al lector lego algunas de las características más significativas de sus creaciones. Su obra, de carácter multidisciplinar como él mismo, trasciende el fenómeno nacionalista llegando a espacios del modernismo y del impresionismo.

Nacido en Camprodon (Girona), pronto destacó por sus habilidades musicales, aunque con clara vocación pianística. Su vida, desde muy temprana edad y debido a la profesión de su padre como funcionario de estado, se vio envuelta en un claro ir y venir de ciudades y regiones. Conocerá, pues, muchos rincones de la península Ibérica, donde será Andalucía la que lo marque de forma indeleble, y otros lugares del mundo que impregnarán a este gran genio de toda la magia que le caracteriza. De un trabajo publicado por Claude Debussy cuatro años tras la muerte del compositor español, refiriéndose a autores ibéricos, podemos extractar: "[?] Retengamos entre ellos el nombre de Isaac Albéniz, incomparable virtuoso primero, adquirió después un conocimiento maravilloso de "oficio" musical [?]. Supo sacar partido de la gran melancolía, del humor especial de su país de origen (él era catalán) [?]. En El Albaicín es donde podemos encontrar la atmósfera de las tardes de España con olores de aguardiente y claveles?, lejanos sonidos de guitarra que por la noche se queja [?]. Sin copiar con exactitud los temas populares, los ha escuchado, ha bebido en ellos y los traspasa a su música, sin que podamos distinguir la línea que separa lo popular de la invención". Asimismo, Arthur Rubinstein aseguraba que Joaquín Turina decía de él que era un "catalán enmoldado en andaluz".

Por tanto, en 1875 Albéniz ya había realizado muchos conciertos por diversas partes de España y en especial por Iberoamérica, lo que le ayudó a darse a conocer en los principales teatros de Cuba, Puerto Rico y otros escenarios de este continente. Hasta ese momento, la música de Albéniz carecía todavía de los elementos nacionalistas que la definirían. No obstante, al regresar de uno de sus viajes por Latinoamérica, conoció a Felip Pedrell, uno de los más célebres compositores de la escuela catalana del momento. Fue éste quien lo convenció para que desarrollara un estilo musical más moderno y profundamente nacional y, a partir de entonces, que la obra pianística de Albéniz se llenaría de color, con un tono pintoresco y descriptivo. Ritmos vivos, tiempos de zapateado?, colores muy españoles recogidos del folclore musical, como en la Suite española o Iberia, obras de clara inspiración andaluza. Podríamos apuntar que Albéniz utiliza todos los elementos de la música -ritmo, melodía, timbre o agógica- para intentar reivindicar la identidad nacional.

Más adelante, en 1894, cuando Albéniz establece su residencia en París, mantiene contactos con Dukas y Debussy, compositores representantes del impresionismo musical. Hablar de música impresionista supone sacar a colación la escuela de compositores franceses. Esta corriente tiene en dicho país su cuna y su ocaso, por mucho que antes hubiera de influir en otros compositores, algunos de ellos españoles, entre los que se encontró Albéniz. Para definir los matices impresionistas en la Música se podría decir que son el equivalente de los cuadros impresionistas en cuanto a que lo más importante es reflejar el ambiente y no tanto el objeto. Eso será lo que plasme el impresionismo en la música de Albéniz.

En su evolución incansable como músico, otro aspecto que determinó a Isaac Albéniz fue la tendencia que poseía a reivindicar su sello distintivo. El siglo XX nos va a recibir en lo que se refiere al arte musical con algo que se venía anunciando ya a finales del siglo XIX: una gran cantidad de movimientos que van a aglutinar un sinfín de estilos y de personalidades. Cada vez más y presa de su compromiso para y por el arte, Albéniz trata de conseguir que su estilo sea incomparable, basándose en un lenguaje personal, lleno de matices propios. Es decir, el compositor pretende que cuando se escuche su obra, ésta suene a él de forma inconfundible, sin necesidad de tener que acudir al programa que lo presenta.

Por todo ello, resulta complicado incluir a Albéniz dentro de una corriente musical, incluso para sus intérpretes. Así, Rosa Torres-Pardo, una de las últimas pianistas españolas en grabar la obra de este compositor, constata en una reciente entrevista(*) : "El impresionismo está presente en Iberia. Muchas veces parece un cuadro de Monet", afirma la pianista. Un cuadro de Monet que se enreda en sus propios colores. "Y en sus ritmos, sus coplas, sus notas [?]".

Muchos ven en la obra de Albéniz un gran conflicto estético entre el recalcitrante españolismo, su admiración por el elaborado lenguaje armónico y contrapuntístico de Fauré y los antes explicados rasgos impresionistas. Albéniz embebe su obra de elementos universales extraídos de todos los lugares a los que su trayectoria cosmopolita le había conducido, pero siempre sin perder su tradición española. Por ende, quizás no sería aventurado afirmar que a través de la obra de Albéniz se puede descubrir el mundo y, además, el mundo puede descubrir España.

(*) El País. "Rosa Torres-Pardo desnuda de artificios la Iberia de Albéniz". 15/02/2009, Cultura.