TW
0

Este curso el Ayuntamiento de Alaior propone y ofrece gratuitamente a los enseñantes de los centros educativos del municipio la oportunidad de realizar supervisión

Ramón Cifuentes Martínez
Alaior
La enseñanza es una profesión con un marcado carácter vocacional -como suelen ser las de ayuda y desarrollo humano; y es una de las actividades que más satisfacciones puede producir, que mayores oportunidades de crecimiento personal y profesional ofrece.

Sin embargo no se nos oculta el grado de preocupación y malestar que puede llegar a ocasionar el ejercicio de la docencia; es fácil entender y compartir, de boca de maestros/as y profesoras/es, manifestaciones del tipo: "No sé que hacer con este grupo, con esta alumna...", "Este chico no tiene remedio...", "Ya lo hemos intentado todo...", "No estoy seguro de que trabajemos en equipo", "Yo de lo que sé es de matemáticas (o de historia o de dibujo...) no de conflictos...", "...es imposible... con esta gente...", "Hemos de dar respuesta a todo y no tenemos tantas armas", "Hacemos un montón de papeles que no sirven para resolver los problemas que tenemos y es muy agobiante perder el tiempo de esa manera ", "Antes no era así...".
A la par y en voz más alta escuchamos reivindicaciones legítimas que reclaman autoridad para los docentes, reducción de las ratios, más recursos... y sindicatos de profesores organizan campañas por la dignificación de la profesión docente.

Vemos pues un desajuste entre aquello a lo que los profesionales de la educación aspiran y es deseable y lo que se les pide, las condiciones de trabajo que tienen y lo que realmente es posible obtener.

Por otro lado, las madres y padres, los propios alumnos/as y la comunidad en general tienen sus propias opiniones, expectativas y exigencias (y no pocas contradicciones), con respecto a lo que debe de ser el colegio y la educación secundaria, produciéndose con frecuencia un desencuentro notable. La escuela forma parte de esta nuestra sociedad democrática, desarrollada y compleja, donde no hay valores ni creencias comunes valederas para todos, y donde los ciudadanos reclaman su derecho a disponer de servicios de calidad, con una determinación (ocasionalmente agresiva) inédita hasta hace pocos años.

La educación de niños, niñas y jóvenes se ha convertido en un proceso sumamente complejo y dinámico, en el que intervienen numerosos actores, proponiendo cada cual su ideal y su solución: "Si hubieran unas leyes, unas políticas y una administración más próximas a la realidad...", "Si cambiase la dirección del centro...", "Si los profesores se implicasen y se lo tomaran en serio....", "Si las familias colaborasen con la escuela y educasen mejor a sus hijos/as...", "Si los alumnos atendieran y se esforzasen...", "Si cambiasen los demás..."

La gestión de los conflictos, inherentes a la sociedad actual, se revela no sólo como imprescindible, sino como la oportunidad para integrar sensibilidades y perspectivas, como el camino para entendernos mutuamente, asumir las responsabilidades propias y sentirnos todos/as mejor.
Al cabo, y a la espera de que "alguien haga algo" el docente sufre, o dicho de otra forma: está expuesto a una situación que quizá le impida realizar su trabajo con la destreza y eficacia de la que realmente es capaz; que puede llevarle al cansancio y la desmotivación y en último término a la deserción profesional. Impidiéndole hacer lo que ha elegido y sabe: enseñar.

Es por todo esto que, desde hace décadas, en EEUU y Europa, (Alemania, Países Bajos, Austria, Noruega...), y más recientemente en España (Navarra, País Vasco, Cataluña...) es una práctica extendida un modelo de asesoramiento profesional, denominado supervisión; particularmente útil para aquellas profesiones que se fundamentan en la relación y el vínculo con las personas (ya sean alumnos y sus familias, o pacientes, o empleados, ciudadanos...) y en las que contar con equipos profesionales sanos y eficientes es fundamental para obtener el resultado deseado.

Reconocemos las connotaciones de control que sugiere esta palabra, pero nada más lejos de esta acepción: la supervisión sucede en un espacio de libertad, donde cada persona narra lo que le interesa o le preocupa de la manera que cree más oportuna, y dirige el proceso hacia donde le resulta útil; sucede en un espacio confidencial y libre de juicios, pues es, desde un lugar seguro, como se puede avanzar adecuadamente en las dificultades.
La supervisión permite observar las relaciones y los conflictos en el trabajo de otra manera; darnos cuenta de nuestras implicaciones en cada asunto e imaginar, diseñar y llevar a cabo acciones realistas y factibles, sumar recursos y habilidades, para trabajar y sentirnos mejor.

La persona supervisada ha de partir del reconocimiento de que desea reflexionar, de manera sistemática y ordenada, sobre el conjunto o de algunos aspectos de su quehacer profesional, tomando la decisión de que quiere que alguien la acompañe y encauce ese proceso reflexivo: un/una supervisor/a.

Consideramos la supervisión como un instrumento indispensable para que los profesionales de la educación no caigan en la resignación y la apatía, en el desgaste profesional o síndrome del "quemado"; para prevenir procesos de mobbing o de acoso, y sobre todo para volver a entusiasmarse con la tarea de enseñar, mejorar la capacidad de trabajar con otros, -ya sean compañeros/as, discentes o sus familias; y la calidad de la enseñanza.

Este curso el Ayuntamiento de Alaior propone y ofrece gratuitamente a los enseñantes de los centros educativos del municipio, la oportunidad de realizar supervisión.

---

Educador Social col: 566. Diplomado en Orientación y Supervisión. T. Superior en A. Sociocultural.
Miembro de I S P A (Instituto de Supervisores/as Profesionales Asociados), entidad que es a su vez miembro de A N S E (Association of National Organisations for Supervision in Europe)